—Lo siento Gabriel —Santiago siguió su camino, no estaba de muy buen ánimo como para conversar.
Gabriel sintió un nudo en la garganta, entró a la habitación donde tenían a Gera, se le acercó y después soltó el llanto:
—Por favor, abre los ojos, hermanita, no me dejes, no quiero que te mueras, debes de ser fuerte; lucha por tu vida, no puedes dejarnos ahora —tapó su boca con sus manos, no quería seguir viendo a su hermana en ese estado.
Salió de la habitación y comenzó a caminar sin rumbo fijo, después se recostó a una pared blanca y dejó caer su cuerpo lentamente mientras soltaba el llanto. Alejandra lo vio a lo lejos y corrió hasta él muy asustada:
—¿Qué sucede? —se agachó hasta poder mirarlo directamente a los ojos.
Gabriel la abrazó con fuerza: