—¿Cómo te sientes? —Adrian rompe el incómodo silencio, provocando a Sebastián con una sonrisa burlona—. ¿Te arrepientes ahora de haber abandonado la esgrima?
Sebastián pone los ojos en blanco, volviendo a recostarse con un gemido bajo.
Adrian sonríe y lanza una mirada a Scarlett antes de continuar:
—¿Desde cuándo te gustan los héroes, eh? El todopoderoso señor Knight, metiéndose en la guarida del diablo con las manos desnudas por una belleza.
Scarlett desvía la mirada.
—Tú también lo hiciste —Sebastián fulmina a Adrián con la mirada.
Cuando aquel psicópata secuestró a Scarlett, Adrián se infiltró y la salvó cuando su silla estaba cayendo de aquel edificio abandonado. Sebastián nunca podría olvidar las lágrimas de injusticia en los ojos de Scarlett, ni la mirada de admiración cuando ella rodeó el cuello de Adrián con sus brazos.
—Sí, lo hice —Adrián curva sus labios provocativamente—, y con éxito gracias a una pistola. Considérate afortunado de que esos bastardos no tuvieran armas, o ya