No le importaba saberlo porque antes solo quería su dinero y poder, para vengarse, también pensó que él buscaba lo mismo: sin ataduras, solo una cara pública para desviar la atención.
Pero eso no era exactamente lo que Silco había estado haciendo; él organizaba su vida para que fuese lo más cómoda y segura posible, le proporcionaba información que le ayudaba y atendía sus necesidades hasta el último detalle.
Como en esa subasta, ni siquiera necesitaba ayuda realmente, pero él apareció de la nada y levantó la pesadez que ella llevaba sobre sus hombros, enseñándole a disfrutar de su venganza y guiándola hacia adelante.
Era como un buen amigo, un mentor o... el padre que nunca tuvo.
—Lo sabrás, princesa —Silco se levantó, arreglándose el traje—. Cuando todo se calme, si todavía quieres saberlo, entonces lo sabrás.
Aunque sabía que él solo estaba ocultando su identidad con la excusa más patética, a Scarlett no le molestaba en absoluto. Él sabía cómo calmarla, cómo apaciguar a la bestia qu