Sebastián ofertó otra vez, no pronunció nada parecido a su puja con Scarlett, simplemente levantaba su paleta cada vez que Ava lo hacía.
En el segundo piso, el hombre levantó su paleta cada vez que el subastador anunciaba un nuevo precio, como si la paleta fuera un control remoto y él estuviera cambiando de canal solo para matar el tiempo. Abajo, Ava se retorcía en su asiento como si el cojín estuviera lleno de espinas. Cada vez que Sebastián aumentaba la oferta, ella se giraba para mirarlo, resoplando tan fuerte que su pecho se agitaba como olas, como si esperaba que fuese visible para el hombre a diez metros de distancia.
No lo era, o quizás, el hombre elegía no verlo.
Entonces, Ava movió la cabeza frenéticamente entre el subastador que aparentemente anunciaba el fin de su vida y el hombre al que amó con toda su alma, peleando por la paleta con su padre durante las pequeñas pausas, hasta que finalmente se armó de valor y volvió a ofertar, solo para desesperarse aún más cuando el homb