Después de pasar unas breves vacaciones en Elyndor, Amaris y Edward comienzan su viaje por el mundo. Se embarcan en una misión que aún no tienen muy definida, pero con la fe intacta de encontrar un propósito en el camino.

Pasan semanas viajando, entre trenes, carruajes y barcos, cuando al fin una tarde llegan a su primer destino. La brisa del mar acaricia los cabellos de Amaris mientras el barco atraca en el puerto de Valesia, una ciudad costera. Los niños corren en la playa entre risas y juegos dando la bienvenida a propios y turistas.

Es su primera noche tan lejos del reino, y aunque el viaje ha sido largo, no hay rastro de cansancio en su rostro. Sus ojos brillan con esa mezcla de libertad y expectativa que tanto la caracteriza.

Edward baja tras ella, cargando los últimos bolsos, sin apartar la mirada de su espalda desnuda bajo el vestido de lino claro que ha elegido para recorrer la ciudad. Aún le cuesta creer que esté allí, junto a ella, lejos de todo lo que los ataba y los vigi