El secreto del millonario
El secreto del millonario
Por: RodionChijack
Eren

Eren despertó de su siesta de lo más feliz, pese a que lo que más odiaba en su vida era tener que abandonar su confortable habitación con balcón y vista al mar para tener que ir al instituto.

Después de un año de encierro obligatorio producto de la pandemia bajo la tutela de sus muy estrictos y conservadores padres en su condición de hija única, Eren por fin iba a tener la ocasión de salir de casa y así cambiar aunque fuese por una noche aquella monótona rutina de confinamiento, puesto que el director de la escuela donde se graduaba las había autorizado para celebrar presencialmente la fiesta de fin de año que se iba a llevar a cabo en las instalaciones del establecimiento, a través de un sinfín de actividades recreativas que se iban a prolongar hasta altas horas de la noche.

Aquella iba a ser la primera fiesta post pandemia que se iba a celebrar entre las tranquilas y conservadoras familias que habitaban aquel frondoso fundo ubicado en medio de aquella carretera que unía la ciudad con la capital, en las afueras de Roskovec. 

No solo porque iba a salir de la escuela es que Eren estaba tan feliz, puesto que ya libre de ella para el próximo año pretendía ahorrar trabajando en lo que fuese durante el verano y así cumplir su sueño de irse a estudiar fuera del país, todo con el fin de toparse con los mejores de su especialidad, además de su imperiosa necesidad de arrancar de lo que  consideraba su horrible familia, puesto que el periodismo y las letras eran su pasión máxima y necesitaba urgentemente vivir en un entorno más competitivo y avanzado en esos términos, tomando en cuenta lo que eran realmente sus asombrosas capacidades en cuanto a la brillante carrera que planeaba tener de ahí en adelante.

Mientras se miraba el escote en el espejo colgado detrás de la puerta, Eren no podía concebir aquella idea de que por fin iba a ser una mujer de verdad, pese a ser virgen aún y a veces sentir que aquello le pesaba bastante en su condición de chica rebelde.

A veces creía que aquello de la virginidad era solo una consecuencia de la norma social de su entorno y de su religión, no así en el ambiente de su escuela, cuestiones de las cuales no se hablaba mucho pero que a cambio se ponían en práctica bastante seguido de una forma muy discretamente clandestina.

Por otro lado sus padres no sabían que ella, producto de la pandemia, había logrado reunir una pequeña pero importante cantidad de dinero gracias a la venta de contenido erótico por internet, cuestión que Eren consideraba como un complemento a la clase de escritura con la cual pretendía experimentar en sus próximas narraciones, más allá incluso de verlo mera y exclusivamente como una forma rápida de ganar algo de dinero extra. 

Tras terminar de asearse y colocarse un delicado vestido rojo que por fin iba a tener la ocasión de estrenar, bajó hilarantemente a la cocina con el objetivo de prepararse una merienda y tras llegar ahí cantando alegremente quedó altamente sorprendida por ver a su padre a esas horas sentado a la mesa, horas en las cuales ella decidía bajar única y exclusivamente porque sabía que durante ese periodo el iba a estar muy concentrado en su trabajo como para ir a fastidiarla con su presencia.

A Eren siempre le había dado asco su relación padre/hija única. Simplemente no soportaba como le miraba las piernas, por ejemplo, sobre todo cuando llevaba vestidos como aquel que llevaba puesto. Aquello la hacía revivir penosos y terribles recuerdos.

Con él estaba su madre Morgana, tan sumisa como obediente a su hombre porque según las costumbres de ellos las cosas no podían ser de otro modo.

Eren siguió cantando y riéndose intentando no pensar en aquello mientras se preparaba algo para comer antes de salir, al mismo tiempo que sus padres la observaban con una solemne y delicada gravedad.

— ¿Que les pasa? —Preguntó Eren, distraídamente— ¿Es que acaso han visto a un fantasma?

Morgana tomó la palabra:

— Siéntate, Eren. Tu padre tiene que hacerte un anuncio muy importante.

— ¡Ya supimos que estás vendiendo pornografía por internet! — Agregó él, con un tono bastante doctoral mezclado con sarcasmo.

Eren siempre odió no muy en secreto a su padre, Okan Alpay. Más allá de las razones clásicas lo consideraba un hipócrita y un manipulador de la peor calaña. Muchas veces se sentía avergonzada por ser hija de él producto de las malas lenguas que giraban siempre en torno a su rol de ex funcionario de la embajada, además de la asquerosa forma en como solía mirarla cuando se paseaba por la casa con ese tipo de atuendos. 

— ¿Con quién piensas ir a la fiesta esta noche? —Preguntó Okan.

— No es un asunto de su incumbencia.

— ¡No le respondas así a tu padre! —Dijo Morgana.

— Iré sola. ¿Están conformes?

Pese a que no le tenía miedo evitaba discutir muy a menudo con su padre, puesto que prefería concentrarse en lo que eran sus proyectos y sus aspiraciones más que en eso de los asuntos domésticos, tomando en cuenta que se esforzaba bastante ahorrando y trabajando en secreto para poder independizarse prontamente. 

De todos modos no estaba mintiendo, puesto que Shaquim, una especie de pretendiente que tenía, no le había hablado nada de aquello de irse juntos.

Okan se quitó las gafas antes de concentrarse definitivamente en Eren.

— Muy bien, hija, muy bien —Dijo sonriendo—. Por ahí supe que sigues siendo vírgen y tomando en cuenta lo descarriada que me saliste eso se agradece bastante. 

Eren miró fijamente a su madre casi con asco también y Morgana no acusó recibo.

— Me da la impresión de que eso le importa más al resto que a mí —Respondió Eren, sarcásticamente. 

— Pues debería importarte, más aún ahora en estos tiempos de crisis, donde tú misma has demostrado que las jovencitas como tú pueden sacarle bastante provecho a sus encantos. ¿Todavía tienes la ridícula idea de irte a vivir al extranjero?

— Solo quiero ir a estudiar, Padre. Si piensas que quiero ir a prostituirme estás muy equivocado.

— ¿Pues quién te dijo que las mujeres deberían dedicarse a estudiar? ¿Es que acaso no sabes que deben estar en casa? Tus atributos son sólo para que los disfrute el hombre indicado y en ese caso prefiero que dediques tu vida completa para prostituirte.

Okan soltó una risa tras terminar aquella frase.

— Yo ya soy mayor de edad, señor Okan. Eso no debería ser tu asunto.

— ¡No le hables así a tu padre! —Gritó Morgana.

— Tranquila, mujer —Dijo Okan, sonriendo maliciosamente—. Con lo que tengo que decirle a esta chiquilla ya no le van a dar ganas de hablarme nunca más así. 

Acto seguido Okan sacó unos documentos. 

— Estamos en la quiebra, Eren. Tú vas a ser nuestra salvación. 

— ¿Ah sí? ¿Por qué yo?

— Porque voy a venderte, Eren. Un joven de un país muy lejano ha venido a ofrecerme un muy buen precio por tí después de haberte visto masturbandote por internet. Si sale todo bien, en un par de semanas vas a estar casada con él. ¿Que te parece?

En un principio Eren reaccionó con una risa nerviosa. De pronto sintió como se le congelaba el corazón producto de unas palabras que retumbaban por todo su cerebro. 

— ¿Qué estás diciendo?

— Lo que oyes, Eren. Ahora vete y disfruta de tu última fiesta. Espero que no se te ocurra romper con tu virginidad.

— ¿Me estás hablando en serio?

— Por supuesto que te estoy hablando en serio, Eren. ¿Es que Acaso pretendes quedarte acá para perpetuar la vergüenza que nos has hecho pasar como familia producto de tus actos descarriados? Ahora vete, Eren. No te quiero ver, puesto que el demonio me tienta demasiado, sobre todo tras haberte pillado masturbandote por internet.

Eren se dio unas vueltas en círculos. Realmente no sabía qué decir. Solo sabía que no debía mostrar debilidad delante de su padre, menos que menos tras presenciar una risa que en el acto calificó como horriblemente asquerosa.

— ¿Y tú crees que yo voy a aceptarlo muy fácilmente? Olvídalo —Dijo, lo más tranquila que pudo—. Yo no voy a dejar que me vendan.

— No es algo que dependa de usted, cosita hermosa. Ahora, si no te quieres casar porque aún no tienes ganas de hacerte mujer, podría ser yo mismo quien se encargue de hacerte mujer. ¡Vas a ver que no debería darte tanto miedo porque es delicioso!

Tras presenciar la risa de Okan en contraste con el grave rostro de su madre, Eren perdió por completo el control de la situación:

— ¿Y tú? —Gritó, mirando a su madre— ¿No vas a decir nada? ¿Como es que dejas que mi propio padre me hable así delante tuyo?

— Tu padre es tu padre, Eren ¡Yo no puedo hacer nada!

— ¡Lo único que falta es que este señor se masturbe delante mío!

Acto seguido, Eren se retiró.

Eren subió corriendo las escaleras, puesto que sabía de antemano que aquello era el fin de todos sus sueños y aspiraciones, mal que mal aquello de negociar matrimonios y virginidades era algo muy común en su existencia, tanto en el entorno de sus compatriotas como en el de su familia.

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