Roniv seguía conduciendo por la carretera y tardé bastante en comprender que íbamos en dirección a las montañas. Había algo de música en el equipo y ahí estaba yo, sin saber si estaba confiando ciegamente en la vida o en la muerte.
— Eres millonario, Mak. Eres el hombre más rico de esta maldita ciudad.
— ¿De qué sirve eso si soy un prófugo? ¡Explícame! ¿De qué sirve?
— ¿Acaso crees que eres el único que está prófugo?
Aquello era cierto.
— ¿Por qué estás haciendo esto? —Pregunté.
— Había demasiada gente y me dio nervios.
— ¿Pánico escénico?
— No, estúpido. ¿Acaso no se te ocurrió pensar que podía morir un montón de gente inocente?