Belén se quedó atónita al escuchar las palabras de Daniel. Un momento después, negó con firmeza.
— No es necesario.
Daniel levantó una ceja y volvió a preguntar:
—¿Estás segura? No es difícil hacerlo.
—Lo sé. — Belén asintió mientras se daba vuelta para mirar por la ventanilla del auto—. Tampoco tengo que hacer mucho para hacerlo desaparecer, pero, de todos modos, no vine a estudiar por mucho tiempo. Cuando encuentre la persona que busco, me iré y no la volveré a ver. Aún puedo soportarlo si no me molesta por el momento.
—De acuerdo. — Daniel asintió con la cabeza—. Solo hazme saber cuando estés harta de él. No olvides que ahora estamos casados, siempre puedes contar conmigo.
La joven se le aceleró el corazón mientras se volteaba a mirar el rostro de Daniel. De repente, la molestia en su pecho se desvaneció.
—Lo sé. —Ella asintió y se le enterneció la mirada.
«Así que así es como se siente tener a alguien que te respalda». De manera inconsciente, esbozó una sonrisa.