Mientras tanto, en la fiesta de cumpleaños, Horacio jamás se había sentido tan avergonzado en su vida.
«¿Quiénes son estas personas desvergonzadas? ¿Cómo se atreven a hacer algo así en mi casa? Me humillan por completo».
Se apresuró a ordenarle a su ama de llave que apague el proyector. No obstante, justo cuando estaban a punto de apagarlo, alguien gritó:
—¡Miren, es Paola!
Al escuchar eso, el ama de llaves se quedó estupefacta, mientras miraba a la pantalla con incredulidad.
Las personas en el video se encontraban frente a la cámara de seguridad y ambos rostros se podían ver con claridad.
«¡Paola! ¡La mujer en realidad es Paola! Mi querida hija».
El rostro de Horacio empalideció de inmediato, se sentía furioso y avergonzado al mismo tiempo. La rabia ardía dentro de él y se veía como si fuera a explotar de la ira.
Si Belén no lo hubiera curado de su enfermedad cardiovascular, ya se habría desmayado de la ira. A pesar de eso, lo único que quería hacer en ese momento er