El secreto de Emma.
El secreto de Emma.
Por: Cristina López
1 Donde todo comenzó.

EMMA

—Hola Cassidy, ¿cómo estás? —miro sus ojos azules y descubro que los años pasaron para todos.

— ¡Emma!, querida, pasa, tantos años sin saber de ti. Oh ¿estos son...?

— Sí, ellos son mis mellizos, Donato y Valentina, niños saluden. —no puedo evitar que el orgullo se deje ver al presentar a mis diablitos.

—Hola, señora. — contesta mi niño de forma respetuosa.

— Hola, abuelita. — valentinas muestras su hermosa sonrisa, sin esfuerzo alguno.

— Son muy hermosos, pasen, pasen.

Miro al rededor y me doy cuenta de que nada ha cambiado, mientras nos dirigimos al comedor veo a los niños que corren de un lado al otro, y recuerdo los días en que con los muchachos hacíamos las mismas travesuras, que casi siempre terminaba con Noha castigado, porque algún niño terminaba tirándome y él lo golpeaba, Noha el brabucón que siempre me defendía y que lo sigue haciendo.

— ¿Mamá podemos jugar con los otros niños? — mi niña agita sus pestañas mientras habla.

— De acuerdo, pero no se metan en problemas o no habrá postre.

— Sí, mamy.

— Son unos niños muy lindos, han crecido tanto, parece que fue ayer cuando llegaron a este lugar. —Cassidy los observa mientras sonríe.

— Y así de rápido como llegamos nos echaron. —  no puedo evitar decirlo, pero aún me dolía.

— Emma...

— Lo siento Cassidy, no quise decirlo de esa manera. Me refiero a que te obligaron a echarnos. —sé muy bien que si hubiera dependido de ella aun estaríamos aquí.

— Era lo mejor mi pequeña, la señora Constantini, quería que le dieras a tus bebés y eso no era lo correcto. Este hogar siempre fue un refugio para los niños sin padre, ni madre, y tus pequeños te tenían a ti. — Cassidy siempre fue una mujer muy dulce y de un gran corazón.

— Lo sé, pero me dolió que el señor Marco, no interviniera, pensé que...

— ¿Que?

— Nada, siempre confundo cariño con caridad. Dime ¿cómo está Jack y Matilde?

— Están muy bien, ya les pedí a uno de los niños que les avisaran de tú llegada.

— Hola Emma.

— Hola Melisa. — saludo a la bruja.

— ¿Cómo están los muchachos? —dice mientras me recorre de pies a cabeza como siempre.

— Están todos bien, nada de qué preocuparse. 

— Dile a Tommy que será mejor que busque un trabajo real, Noha y John no pueden seguir manteniéndolos a todos. — siempre con sus comentarios tan hirientes.

— No te preocupes Melisa, empezare a trabajar y ayudare.

Melisa solo miró, con ese gesto suyo de resentimiento, el cual disfrazaba con preocupación, no quería a su hijo con nosotros, ella nunca entendió nuestra conexión, ella solo veía que nosotros éramos huérfanos y Tommy tenía madre. Idiota, ¿qué sabrá ella lo que era la amistad?

— Emma, ¿realmente eres tú?

— Viejo Jack, ven dame un abrazo. – me tomo un segundo para disfrutar del hombre que siempre nos cuidó, hasta que mis niños nos interrumpen.

— Mamá, mamá, ¿es verdad que viniste a abandonarnos? — Donato es el primero en hablar.

— Nos portaremos bien lo juramos, no, nos dejes, en este lugar horrible.  — Valentina está a punto de llorar.

— ¡Alto! Mírenme, primero, jamás los dejaría en ningún lugar, ustedes son mis hijos, son mi vida siempre estarán a mi lado y segundo este lugar fue mi hogar, el de Noha, John, y Tommy, y para nosotros no fue horrible, era el mejor lugar del mundo, porque fue nuestro hogar. Ahora sino se pueden comportar...— les digo en forma amenazante.

— Lo sentimos. —Donato siempre da el ejemplo.

— Si lo sentimos. —y Tina lo sigue.

— De acuerdo, ahora a jugar, hagan amigos.

— ¿Emma?

— Hola Matilde.

Era bueno volver al lugar que una vez llame hogar. Necesitaba pensar y este era un buen lugar, aquí empezó todo. 

Después de pedir permiso, voy a los cuartos. Entro al de las niñas, un gran salón con diez camas me dirijo a la última, al lado de la ventana y que da en la cabecera al dormitorio de los varones, y recuerdo el código de golpes en la pared que diseño John, para poder comunicarnos cuando nos castigaban. 

John... no lo entiendo, se llevaba también con Noha, eran amigos desde antes que yo llegara y ahora casi no se hablan, si supiera cuál es su enojo los podría ayudar. Los problemas crecen al igual que nosotros, creo que es algo inevitable. 

Me siento, y miro fijamente la ventana, pienso, ¿qué hubiera pasado, si esa noche le hubiera hecho caso a Tommy de no escaparme a la fiesta? ¿Qué tan diferente hubiera sido todo?

No importa, después de todo gracias a ese error tengo a los mellizos, jamás podría arrepentirme de ello. 

Será mejor que vea que están haciendo afuera.

Luego de cerciorarme que esta todo en orden, voy en busca de mi gran y anciano amigo.

— Jack, que te parece si damos un paseo.

— Lo que digas. — comenzamos a caminar por el inmenso jardín que rodea el orfanato.

— Dime, rayito de sol, ¿qué es lo que te trajo nuevamente a nosotros?

— Rayito de sol, ¿sabes que solo Tommy me llama así cuando estoy triste?

— Y como no hacerlo, si mientras Melisa cocinaba nos escuchaba hablar de ti.

— Si, Melisa me llamaba así, hasta que Tommy se fue con nosotros y me convertí en la m*****a perra que se llevó a su hijo. – cuando eres niño todo es más fácil, nadie te odia, bueno casi nadie.

— Sabes cómo es, desde que asesinaron al papá de Tommy, ella solo vive para él. 

— Pero Tommy ya tiene 21 años, se fue a los 18, tenemos la misma edad, y a mí me echaron antes, de todas formas, si no trabajaba aquí, no podía quedarse, no entiendo ¿cuál es su problema?

— No es por eso que Melisa te trata de esa forma, déjame explicarte, el padre de Tommy era el cocinero de aquí, cuando lo asesinaron Tommy tenía 2 años, ella 21y aunque cobró el seguro de vida de su esposo, aun así tuvo miedo de salir al mundo, y pidió quedarse aquí, tomar el trabajo de Lorenzo, cuando tú te embarazarte, solo tenías 16 años recién cumplidos, cuando la señora Camelia se enteró trato de convencerte que lo mejor que podías hacer era darle a los mellizos, pero te negaste y cuando te echó, aun así no tuviste miedo de enfrentar al mundo sola con dos bebés de tres semanas acuestas, saliste a vivir, algo que ella no pudo y así perdió algo que jamás podrá recuperar, que es la juventud. No entendía como si ella no podía seguir adelante con su hijo de dos años, tú pudieras con dos recién nacidos. 

— Yo tuve suerte, Noha tenía 20, John 18 y ya estaban trabajando, tenía un lugar en el cual me recibieron y ayudaron, si no, no sé qué hubiera pasado si ellos no me hubieran recibido. — esa era la verdad, les debía demasiado a mis hermanos de orfanato.

— Podrían haber pasado muchas cosas pequeñas, pero algo sí sé, jamás hubieras dejado a tus hijos.

— Eso es verdad Jack, jamás dejaré a mis hijos.

— Y cuéntame de las aventuras de los cuatro mosqueteros. 

— Mmm, déjame pensar, Noha con sus 25 años es dueño de un restaurante, pequeño, pero muy bueno, cuando se fue de aquí a los 16, empezó como ayudante, y con el tiempo agarro el ritmo, llego a un acuerdo con el dueño y desde los 20 hasta hace dos años le estuvo pagando. — le informo muy orgullosa por lo que mi gran amigo ha logrado y todo lo hizo solo.

— Eso está muy bien, ¿sabes? él siempre fue un luchador, y no me refiero por esa manía que tenía de golpear todo y a todos los que se le cruzaran, cuando lo dejaron aquí, solo tenía un día de nacido, nunca habíamos recibido un niño tan pequeño, el primer año se enfermaba constantemente, pero después, era todo un bravucón, tú lo suavizantes, recuerdo cuando llegaste con tus rizos color dorado, parecía que tenías rayos de sol saliendo de tu cabeza, lo llamé y le dije, “mira, mira esa pequeña, solo tiene 4 años, ve lo asustada que esta, tú eres el más grande, así que debes cuidarla.”

— ¿Y qué dijo? —mi curiosidad esta al máximo, Noha nunca me conto nada de aquel día.

— Me pregunto porque estabas toda golpeada, y le dije que ibas en el auto de tus padres cuando tuvieron el accidente. Te observo y se acercó a ti, en menos de una hora ya no llorabas. 

— No recuerdo ese día, pero si recuerdo que me despertaba cuando tenía pesadillas. Él se sentaba a mi lado casi toda la noche. — recuerdo como Noha siempre fue mi protector.

—Si recuerdo cuando Matilde lo descubrió, le prohibieron la entrada al cuarto porque era el de las niñas y después John inventó ese golpeteo en la pared.

— Jack, si Noha está aquí desde que nació ¿cuántos años tenía John cuando llegó?

— Veamos... Noha tenía 6 años y John 4.

— Nunca entendí, ¿por qué John se quiso escapar? ¿Recuerdas? Hacía poco que yo había llegado, Noha tenía 8, John 6, Tommy y yo 4. 

— Recuerdo, claro que recuerdo, fue el día que su abuela murió, ella lo trajo a los 4, su madre había muerto en el parto, y nunca dijo quién era el padre, ella lo crio, pero cuando él tenía 4 años ella enfermo y lo trajo aquí, le dijo que volvería por él, siempre venía a visitarlo, pero ese fin de semana no llegó, y cuando Cassidy logró comunicarse con una vecina, le dieron la noticia. Esa noche Noha, también se hizo cargo de la situación.  —así fue, siempre fue Noha cuidando de nosotros.

— Si, esa noche nos convertimos en los cuatro mosqueteros, uno para todos y todos para uno. Juramos nunca dejar que nos adoptaran, y así poder vivir juntos, formar nuestro propio hogar, nuestra familia.  — recuerdo con ternura, y me parece mentira que lo pudimos lograr.

— ¿Y lo consiguieron? — pregunta el viejo Jack como leyendo mi mente.

— Casi.

— ¿Que sucede?, cuéntale al viejo Jack. 

— Ellos casi no se hablan, Noha y John. Y no sé qué hacer. – me siento tan frustrada, esta es la razón de estar aquí.

— Siéntalos uno en frente del otro y has que exploten, así sacarán todo.

— Mala idea, Noha mide 1,93, pesa 110kg de puros músculos y sigue con ese temperamento que lo caracteriza, John mide 1,85, debe pesar 90 kilos, tiene músculos, pero no tantos como Noha, sabes que él es más diplomático, pero aun así tiene carácter, Tommy mide 1,75 y yo 1,60, si ellos explotan no sabríamos que hacer. – el solo hecho de pensar esa situación me hace temblar.

— Hasta en las mejores familias los conflictos pasan, no se puede evitar. —es verdad, somos una familia.

— Gracias Jack, fuiste de mucha ayuda.

Después de cenar, me decido a volver, es hora de poner las cartas sobre la mesa.

— De acuerdo niños, despídanse, volveremos a casa.

Jack tiene razón, es hora de que tengamos una reunión familiar para sacar los trapitos y secarlos al sol, solo espero que todo salga bien.

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