Capítulo veintisiete: Por mi divorcio.
―¿Quieres emborracharte?
―¿Sabes cuántos años tengo sin tomar alcohol?
Nunca fui muy bebedora. Pero estuve privada de siquiera probarlo por varios años debido a mi régimen para quedar embarazada.
―Permíteme.
Sacó un cuchillo de cocina del carrito.
―No será necesario.
Lo despojé del cuchillo de cocina con mucho cuidado.
―Aprendí hacer esto en la universidad ―añadí.
Posicioné el cuchillo contra el cuello de la botella, apuntando al corcho. Y de un solo golpe, hice volar el corcho. La espuma salió como una cascada, manchando el piso. Serví dos copas.
Brindamos.
―Por tu divorcio.
Sé que lo decía con fines románticos, de esperanza al quitar la traba de mi matrimonio de sus planes por conquistarme. Pero no me importaba. Algo dentro de mí se removía de alegría por liberarme de aquel papel que me mantenía atada a Williams. No solo era por su engaño, ni por su encierro, ni por su participación en mi escasez de recuerdo. Era más por mí, como mujer, como esposa; no me sentía satisfech