—Eres Daniela Souza, ¿verdad? ¿La esposa de Alejandro Rivera? Los temblores todavía no han comenzado, ¡date prisa y haz que tu esposo traiga su jet privado para ayudar en el rescate!
Cuando escuché ese grito lleno de desesperación, quedé conmocionada y abrí los ojos con asombro.
Mi suegra, que se encontraba a mi lado, estaba aterrada por los turistas que corrían despavoridos hacia todas partes, agarrando con firmeza el borde de mi ropa.
—Daniela, toda la culpa es mía por haberte metido en todo esto, nunca debí haber venido a esta subasta. Los lugares en los aviones de rescate son contados, dejemos que otras personas tomen esta oportunidad. ¡Esperemos juntas a que Alejandro venga por nosotras!
Al observarla esforzándose por mantener la compostura para tranquilizarme, casi se me salieron las lágrimas.
—Alejandro está celebrando el cumpleaños de Violeta. Si le pedimos que venga, temo que piense que finjo estar celosa para molestarlo.
La sonrisa de Esperanza se congeló al instante, y los turistas que se empujaban unos a otros para abordar también me miraron con complicidad.
Todo el mundo sabía que Alejandro, el presidente ejecutivo del Consorcio Rivera, no amaba a su esposa, en su corazón solo había espacio para su amante: Violeta Mendoza.
Respecto a los rumores del exterior, Alejandro me había presionado repetidas veces para que saliera públicamente a negarlos, exigiéndome que defendiera a toda costa la reputación de Violeta usando la amistad como excusa.
Cuando me oyeron admitir de manera pública que era la esposa no amada, varias personas levantaron sus celulares para filmar el momento.
Esperanza bajó la vista con tristeza.
—Daniela, mantén la calma. Cuando regresemos, lo voy a regañar de una vez por todas como se debe. ¡Haré que corte su relación con esa mujer de dudosa reputación!
Al sentir la calidez de su piel en la palma de mi mano, no pude evitar recordar el sufrimiento antes de mi muerte en mi vida pasada.
Alejandro me había torturado hasta matarme con sus propias manos para vengar la muerte de su adorada Violeta. Esos dos nunca se separarían bajo ninguna circunstancia.
—No se preocupe, estoy bien.
Apenas terminé de decir estas palabras, se escucharon los reproches furiosos de Alejandro desde el celular.
—Daniela, ¿qué nuevo problema estás causando ahora? Te pedí que acompañaras a mi madre de compras, ¿y hasta en esto tienes que hacer un drama? ¿Terremoto? ¿Qué terremoto ni qué diablos? ¿Acaso me tienes vigilado? Si no es así, ¿por qué justo ahora me sales con estas mentiras para arruinarme la cita con Violeta?
Esperanza, histérica, gritó hacia el celular:
—¡Alejandro, ¿te volviste loco o qué? ¡¿Cómo es posible que Daniela te mienta sobre algo tan serio?!
Al otro lado de la línea, Alejandro suspiró con cansancio.
—Mamá, ¿por qué también te unes a Daniela en sus locuras? Ya es suficiente, entiendo que no les gusta que Violeta y yo estemos juntos, pero ver las luces de la ciudad en su cumpleaños es su sueño, no puedo desilusionarla.
Después de decir esto, Alejandro colgó con brusquedad. Esperanza se llevó las manos temblorosas al pecho, y antes de poder terminar de decir «hijo ingrato», se desmayó de la rabia.
En ese momento, el primer grupo de personas ya habían sido evacuadas, y el personal del avión se acercó apresurado para ofrecer ayuda.
—Señorita Souza, pedimos disculpas. Como ustedes vinieron en jet privado, nuestra organización de rescate no tenía esta información, por lo tanto, no les reservamos lugares en el vuelo. Actualmente, solo queda un único lugar disponible en el avión. Si el señor Rivera no viene a buscarlas, entonces, usted y su suegra seguro terminarán...