Capítulo 4
Mi cuerpo se estrelló duro contra el pavimento, y un dolor agudo atravesó todas mis extremidades.

El helicóptero de Alejandro hizo un círculo sobre mí, como burlándose, antes de desaparecer en el horizonte.

La sangre seguía brotando entre mis piernas, y en mi desesperación traté de incorporarme, pero mis piernas parecían rotas y no podían soportar mi peso.

Todas las personas que antes me habían observado con cierta envidia ahora permanecían inmóviles, hasta que al final alguien reaccionó.

—¡Rápido, alguien ayúdenla!

Con ese grito desgarrador, una multitud de extraños que apenas me conocían corrieron hacia mí sin dudarlo.

Unos me ayudaron a sentarme, otros me ofrecieron agua en los labios, varios preguntaban con insistencia constante por mi estado de salud.

Entre las alarmas caóticas del terremoto que sonaban por todas partes, hice un esfuerzo enorme por hablar.

—Estoy bien, váyanse.

Apenas terminé de pronunciar esas palabras, la tierra volvió a temblar.

En medio de los gritos de terror
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