Punto de Vista de Elara Vane
Nunca había conocido a nadie como Mateo en la villa de mi padre. Nadie me había hablado con tanta audacia o con un cuidado tan genuino.
Yo era o la princesa mimada o la Omega sin valor. Era refrescante hablar con alguien que veía a la verdadera yo debajo de todas las etiquetas hechas por el hombre.
Nadie me había mirado de la manera en que él lo hacía.
Como si yo fuera algo delicado pero irrompible. Como si valiera algo.
Me senté allí en la oscuridad, rodeada por el espeso olor a heno y el apestoso y ugh hedor siempre presente de los cerdos, y aun así, de alguna manera, me sentía más segura que en semanas.
Mateo, como yo lo conocía, se sentó a mi lado. Era gracioso cómo la presencia de este trabajador era un marcado contraste con todo lo que nos rodeaba.
Era el empleado más singular que mi padre había contratado después de Anya. Diosa Luna, ayúdame... él era simplemente el mejor. Él no pertenecía aquí, no en esta inmundicia, no en esta desgracia; yo