Punto de Vista de Elara Vane
Todos y cada uno de ellos.
Sus cuerpos yacían en una quietud grotesca, sus formas extrañamente contorsionadas, como si algo los hubiera golpeado a todos a la vez.
No estaba segura de cuántas veces tragué saliva, pero fue mucho más de lo habitual. ¿Cómo demonios estaban muertos los cerdos?
¿No uno, no dos, sino TODOS?
Mi corazón había comenzado a acelerarse porque ya me estaban culpando por esto.
Me puse de pie de un salto, mi pulso rugiendo en mis oídos.
—¡Yo no hice nada!
Pero Julián no estaba escuchando. Ya estaba gritando por los demás, su voz reverberando por toda la propiedad.
Llegaron más trabajadores. Más jadeos. Más horror.
Y luego comenzaron los susurros.
—Es ella.
—Tiene que serlo.
—La Omega. Escuché que durmió con los cerdos durante la noche.
—Sí, lo hizo. ¡Mira qué horrible se ve!
¡¿Qué demonios estaban diciendo?! ¿Me estaban acusando de matar a los cerdos? ¡¿De dónde sacaría yo la fuerza o los huevos para hacer eso?!
¡¿Estaban