Punto de Vista de Luis
Los cerdos estaban inquietos, agitados por su presencia. Ella trató de calmarlos, susurrando algo que no pude escuchar.
Su voz era tan suave, como una nana destinada a calmarlos. Pero no funcionó. Uno de ellos empujó su hocico contra su brazo, haciéndola sobresaltar.
Apreté la mandíbula.
Para alguien tan impresionante, de aspecto tan puro, no pertenecía a la inmundicia.
Un sabor amargo me picó en la boca.
Había venido aquí a alimentar a los cerdos.
Ahora, estaba paralizado, observando a una chica que no debería existir en mi mundo, y mucho menos en este lugar.
Tenía que saber por qué.
Me quedé allí por un largo momento, mirando a la chica acurrucada en la inmundicia como si perteneciera allí.
Como si no acabara de entrar aquí luciendo como algo que los dioses habían tallado a mano en un día particularmente bueno.
Como si no fuera la criatura más suave y delicada que jamás había visto.
Estaba temblando. Miserable.
Y sin embargo, a pesar de todo eso,