Verónica
Muy dentro de mí no existía rastro de tranquilidad, estaba herida, muerta si se podía decir. Incluso ir agarrada de la mano del hombre que amo había pasado a un segundo plano, ni siquiera tenía razón de ser.
─ ¿Sigues conmigo? ─después de varios minutos lo miro perdida. Seguimos en el hospital dando vuelta por los pasillo para dar con la salida ─, no te me vayas, ¿Okey?
─ ¿Podemos detenernos? ─me siento tan mal que no consigo mantenerme en pie.
─Cariño, vayamos al auto, ahí será más cómodo.
─Quiero hacerlo ─suelto sin entender la magnitud de mis palabras.
Ricardo por supuesto sonríe, sabe que le he pedido algo no propio de mí en momentos así.
─Verónica, amor, no estás bien ─sus suaves y húmedos labios rozan mi frente.
─Ahora ─hinco mis largas uñas en barniz rojo en su mandíbula, me mira fijamente con fascinación, sonríe y niega.
─Dijimos que nada de hacer el amor hasta...
─Ya sé ─planto ─, pero no quiero hacer el amor, quiero sexo.
Veo cómo su expresión tranquila y juguetona