Evelyn.

Horas antes...

—Que bonita estás, mami— mi pequeño huracán me roba una sonrisa en cuanto bajo el último escalón.

—¿Te parece?— inquiero, dando la vuelta para mostrarle lo que no es más que algo común. Pantalones sueltos, blusa ajustada con manga corta y una zapatillas que no me cansen los tobillos en el viaje de regreso.

—Sí, muy bonita— me inclino pidiendo uno de dos besos y le sonrío al obtenerlo. El rostro se lo lleno de los míos, hasta que el rey es quien se pone de rodillas para despedirse de ella con un abrazo.

—¿Puedo llevarme un ganso?— le pregunta y el rey se le escapa una sonrisa.

—Encantado de que te lleves uno, pero cargar con uno de ellos es un poco incómodo, princesa— le desliza uno de mechón de cabello lacio detrás de las orejas. —Aunque sobra decir que estarán esperando por tí.

—Gracias, abuelo rey— le inclina la cabeza, su abuelo le corresponde.

La deja repetir el proceso con Ainee, mientras él se gira hacia a mí.

—¿Vendrás pronto?— respeta mi barrera.