Justo cuando faltaba un poco para las seis de la mañana, ella decidió levantarse y zarandear a Peter que dormía en una silla dando cabezadas a cada rato.
—Peter… —su amigo dio un salto algo asustado tomando su muñeca—. Es mejor que vayas a cambiarte, debes estar aquí antes de la siete.
El chico asintió, se restregó los ojos y se levantó de la silla.
—¿Qué vas a hacer tú? —ella negó.
—Hay unas duchas, y en el cuarto de vestier hay ropa mía del trabajo…
—¿Quieres que te traiga algo?
—No… trataré de salir unos minutos antes para ir a buscar mi otra ropa de trabajo donde Lana, realmente no necesito alguna cosa —su sonrisa se ensanchó dándole confianza a Peter, haciendo que él asintiera y se despidiera de ella.
En cuanto el pasillo estuvo sol