Capítulo XLIV
Epílogo IV
Tu sonrisa.
Una agradable sonrisa que desde el primer momento me iluminó, y entro en mi pecho aquel extraño deseo que explicarlo no puedo.
¿Qué hago? A mis amigos pregunté les dije: creo que me enamoré.
Al regresar de nuevo al salón, me di cuenta de que a mi lado se sentó.
No sabía qué hacer, hablarle o no, hasta miedo me dio.
Durante todo el día ni le hable y al salir mis amigos me dijeron: la miras como aquel bobo enamorado del restaurante de aquí al lado.
A mi casa fui a pensar en lo que haré, pero mientras más pensaba solo a ella me imaginaba.
El día siguiente llegó, y a la escuela debía ir yo.
Cuando entre al salón, solo ella estaba allí, nadie más había llegado, yo solo me dispuse a sentarme en el primer puesto,