Cap. 26: Astucia

—¡Tengo que ir a esa celda ahora mismo! —exige Gabriel levantándose con prisa del sillón.

—Sí, yo mismo lo acompañaré. No sé cómo pudo haber pasado algo semejante, no hay manera de que suceda —determina el Director saliendo de la oficina y conduciéndolo a la planta baja de nuevo.

—¿Puede ser responsabilidad del compañero de celda? —indaga Gabriel caminando lo más rápido que puede, necesitar ver y determinar en persona lo que sucedió.

—No, no es posible. Di la orden de que estuviera solo, y en uno de los pabellones de mayor seguridad, preferí tomar todas las precauciones posibles —informa el Director con la voz agitada por el caminata rápida a la que no está acostumbrado—. ¡Ábranme! —ordena unos guardias al llegar a la parte de las celdas.

Gabriel atraviesa el largo pasillo que divide a las celdas en las que los presidiarios gritan pidiendo explicaciones o exigiendo que les abran los dejen salir antes de morir calcinados, entre los rostros que
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