Miedo, Adalia sintió miedo.
Debía de hacerlo.
Ambicionó subir las escaleras no queriendo ver el grotesco rostro de Derek, ni estar al tanto de a que se debía su visita, ni hablarle, ni que este la desconcertara a tan prematura hora del día su perecedera armonía, ubicó un pie en el escalón superior, volviendo sobre sus pasos en el mayor sigilo que su delgado cuerpo le aceptaba, a la par que meneaba sus pasos cautelosos, aquella rubia se inquiría diversas cosas, pero la primordial cuestión que empantanaba a su mente era:
¿Por qué su padre no estaba trabajando?