83. Debiste elegirme a mí
La semana siguiente se mantuvo en una calma silenciosa que, lejos de darles tranquilidad, hizo que se mantuvieran a la defensiva, esperando el momento en que el golpe llegara.
Sin embargo, la semana estaba por terminar y nada había pasado, además no tuvieron tiempo de pensar demasiado en el tema, porque los nuevos inversionistas finalmente habían concretado una cita y justo en esos momentos estaban recibiendolos para hablar del nuevo producto.
—Bienvenidos señores Boreli, un gusto— Nathaniel se había puesto en pie y extendió la mano hacia los italianos, padre e hijo, que acababan de entrar guiados por Rebecca.
—El gusto es nuestro—Habló el señor Luciano, el más viejo de los dos hombres—Mi hijo, Fabianni Borelli.
Nathaniel saludó al hombre que no podía pasar los 35 años y a su vez extendió una mano hacia la chiquilla que estaba a su lado y esta se acercó a ellos con una sonrisa en el rostro atrayendo las miradas de ambos italianos.
—Mi prometida y socia de la empresa, Margareth Lew