Le entregué la foto a Verónica y ella la tendió sobre el cuerpo de Elva. Comenzó a hacer cánticos, pero no eran palabras que yo reconociera. Chispas parpadearon en sus manos. Llamas de color azul púrpura se desplegaron por toda la foto y luego en dirección a Elva.
“¡Elva!”. Jadeé y me apresuré hacia delante.
Nicolás me agarró por la cintura y me detuvo. Luché, desesperada por llegar a Elva.
¿Y si esto realmente la estuviera lastimando? ¿Y si estuviera haciendo más daño que bien? ¡No podía permitir que nadie lastimara a mi pequeña!
“¡Nick! ¡No! ¡Suéltame!”.
“¡Espera!”. Nicolás gritó. Su voz era tensa. Esto también debe dolerle a él. “Por favor, Piper. ¡Solo espera!”.
No. No podía.
Esas llamas estaban muy cerca de Elva. Si la tocaran, entonces...
De repente, todo terminó.
Las llamas regresaron al talismán y redujeron la foto a cenizas. Incluso las cenizas se disiparon en la nada.
Verónica giró sus manos. Ella exhaló larga y lentamente. Luego, abrió los ojos.