03

Fingire que este hueco en el estómago no existe, también fingire que esto no está pasando y por supuesto fingire que no lo conozco de nada y que mucho menos sé como son sus besos, caricias y como es su maldito aparato reproductor. El sostiene el ramo de rosas, pero ahora ya no sostiene esa sonrisa en el rostro, está ahí parado sin saber que diablos hacer, tal y como yo. Solo que él parece recién salido del cielo y yo de un basurero, me arrepiento un poco de no lucir uno de mis mejores looks, Hannover estaría decepcionado de mí. En fin, ¿qué cosas digo? Este hombre ya no es solo el hombre de esa noche, sino el prometido de Hannah, no puedo ni debo de tener pensamientos pecadores referentes a él, no puedo.

Se arregla la chaqueta y parpadea varias veces incrédulo de lo que sus ojos grises ven, sí, están viendo a esa misma a la que te follaste en tu auto y después la llevaste a un hotel y la abandonaste. Maldición, ahora sé por qué se marchó, la culpa debió de ser muy fuerte, por eso huyó en cuanto pudo, seguramente, cuando en la mañana despertó y se dio cuenta que una mujer estaba a su lado, recordó que estaba comprometido, se dio cuenta de que había traicionado probablemente al amor de su vida. Me siento decepcionada y celosa, este hombre es todo lo contrario a lo que esperaba para marido de Hannah, su estilo de no es un burgués, su estilo se apega más a uno despreocupado, rockero y oscuro, lleva un cartel en la cara que dice "te romperé el corazón, pero a cambio de tu dolor te daré el mejor sexo de tu vida ", a pesar de su advertencia peligrosa, aún así es guapísimo y aún así, tiene un efecto poderoso sobre mí. Mi corazón revive, mi cuerpo reacciona y solo me ha costado una mirada de un par de segundos por parte suya. 

A diferencia de esa noche, de la noche en la que nuestros caminos se cruzaron, esta vez se ve diferente, no parece ser el mismo hombre. El hombre de esa noche seguramente estaba siendo dominado por el descontrol y por el alcoho, hoy lleva el cabello peinado con cera, está impecable, reluce y se ve suave. Con esto, me doy cuenta de que sus rizos se ven mejor sueltos, de eso no hay duda.

—Mira, amor, ella es mi mejor amiga, de la que tanto te he hablado— las palabras dulces dd Hannan me provocan unas terribles ganas de llorar, de llorar amargamente. Esto no puede estar pasandome, no a mí, ¿cómo se supone que veré a mi mejor amiga a la cara después de darme cuenta de que he estado fantaseando con su esposo durante semanas? Soy una m*****a, no podré decírselo, sé perfectamente que no podré hacerlo.

—Mucho gusto, soy Maxine— de manera amable, le ofrezco la mano, debo de fingir que no lo conozco y debe de salir bien.

—El gusto es mío, soy Maximiliam— todos, incluidos los padres de Hannah y los hermanos del que hasta hace unas horas llamada dios, exclaman de sopresa.

—Los dos tienen un nombre que empiez con " Max", es una coincidencia bastante linda —responde Mason, —¿Maxine, alguien te llama Max,? La verdad es que nosotros llamamos de esa forma a mi hermano.

—Sí, estoy a costumbrada a que me llamen de esa forma— la mano de Maximiliam aun sigue tomando la mía, hasta que me doy cuenta de eso y la retiro de un jalon fuerte y brusco. —Un placer conocer al hombre que pasará el resto de sus días con esta mujer, con este monumento de mujer— digo y aunque parezca burla, es la realidad y verdaderamente siento lo que digo. 

—Hannah es... mi rayo de luz, mi sol, ilumina mi camino.— Lo que dice no solo me hace sentir ridícula, sino que también me provoca una furia inexplicable, quiero romperle la cara en este mismo instante, quiero lanzarme contra él y abofetear su bella cara esculpida por los mismísimos dioses hasta que suplique que pare. Quiero darle una patada en el trasero e irme de aquí, no puedo soportar verlo y recordar lo que he hecho, lo que hemos hecho.

—La cena ya debe de estar casi lista, si me disculpan, me gustaría ir a tomar una ducha. Por el viaje me siento bastante sucia — digo nerviosa sin saber como justificarme, aunque eso de sentirme sucia tiene mucho de verdad. Soy una mujer sucia, de esas que se meten con los novios de sus amigas.

—Claro, ve— responde la señora Parker, entonces huyo, corro hasta el único lugar seguro que hay para mí, la habitación de invitados. 

Subo las escaleras en tiempo récord, necesito la paz que significa estar sola, ahora mismo la ducha es lo de menos, lo que yo quiero es llorar y darme golpes contra la pared. Soy una m****a. Cierro la puerta detrás de mí con seguro, nadie puede verme llorar, no necesito que me pidan explicaciones de porque siento que soy el peor ser en la faz de la tierra.

La puerta es empujada, pero obviamente no abierta, el corazón me late con fuerza, me martilla la cabeza. Seco mis lágrimas con el dorso de mi mano y me miro al espejo, tengo los ojos rojos, es inevitable que no se den cuenta de que he llorado. Sea quién sea la persona que esté detrás de esa puerta, sabrá que he venido a mi habitación a llorar.

—¿Sí?— digo con voz quedita y frágil.

—Abre la puerta— no, no, no, es él. El dios está detrás de esta puerta, está aquí. —Por favor, date prisa, nadie puede verme aquí. —Mis manos toman el pomo de la puerta, pero no hacen nada por abrirla. —Carajo, date prisa. 

—Yo... ¿qué es lo que quieres?— no, no puedo abrirle la puerta, eso jamás, él debe de alejarse de mí y yo de él. 

—Que me abras la puerta, Maxine— nunca en mi vida había escuchado que alguien pronunciara mi nombre de una forma tan sensual, jamás alguien me había hecho mojar con solo decir mi nombre, pero es que él, él...— Vamos, tienes un minuto, cuando se cumpla, me iré, así que empieza la cuenta regresiva... 60... 59... 58... no me hagas seguir, Maxine. 57... 56...— ¿Qué carajos debo de hacer? ¿No es suficiente con saber que me he acostado con el esposo de mi mejor amiga? Un pinchazo en mi corazón me dice lo difícil que es para mí decir "el esposo de mi mejor amiga" aun sabiendo que por varias noches me he masturbado pensando en él, con el recuerdo de sus manos, de su cuerpo... —31... 30... 29... 28...— Suspiro y me encomiendo a todos los dioses existentes, que pase lo que tenga que pasar. 

—Adelante— casi me desmayo al verlo ahí, parado con las manos en los bolsillos y mirando al suelo. Y no, no puedo entender la forma en la que mi cuerpo reacciona al tenerlo tan cerca. No puedo comprender cual es el poder que tiene sobre mí, pero me gusta y a la vez me asusta, ¿un hombre que tiene todo el control sobre mí? Ya no suena tan descabellado mientras que ese hombre que me domine sea Maximiliam. 

¿En qué carajos estás pensando? Él es el prometido de tu amiga, deberías de dejar de pensar en que él y tú van a estar juntos, porque no pasará, eso es imposible, Maxine. No seas ridícula, no seas ilusa. 

—Gracias, ya me había cansado de estar contando— se queja, abre la puerta completa y pasa. Yo, al contrario, corro a cerrarla inmediatamente, nadie pueda saber que está aquí y mucho menos que nos conocemos.— Así que tu eres Maxine...—otra vez esa forma de decir mi nombre —sabes, Hannah es una persona que habla mucho, no deja de hablar nunca, por eso es que he escuchado mucho de ti. Me imaginaba a una persona muy distinta, la descripción que me dio Hannah no te hace nada de justicia, en este punto me pregunto por que nunca pedí ver una foto de la amada Maxine. Y de todas las personas que pudiste haber sido, resultaste ser tú, nunca me imaginé que esa chica que radicaba en California sería la misma con la que pasé una de mis mejores noches. —Su último comentario me ha dolido, me ha herido el orgullo.

—¿Has venido a burlarte de mí, Maximiliam?— digo rabiosa, ¿a eso ha venido a mi habitación? He pasado del amor al odio en menos de un minuto. Ahora sé que será fácil derrumbar mis falsas ilusiones y las grandes expectativas que tengo sobre él. Fue un error idealizar al dios, cuando en realidad es una basura, un simple humano, un hombre como todos.— Si ese es el caso, te ruego que mejor salgas de mi habitación, no vale la pena escuchar lo que tengas que decir, tampoco quiero que alguien nos vea y mal interprete las cosas.

—¿Malinterpretar? No hay nada de malo, puedo decir que te vi y quería saludar más íntimamente.— ¿Por qué juega conmigo de esa forma? ¿Por qué ha dicho "íntimamente" de esa manera tan seductora? Si no fuese porque tiene el poder de derrumbar mis barreras, quizás se hubiera ganado un golpe con puño cerrado, de esos que tuve que aprender para defenderme de esos hombres ebrios a los que atendí en mi antiguo trabajo.— Bueno, eso no importa, quería decirte, en realidad quería pedirte que no digas ni una sola palabra de lo que ha pasado entre nosotros, no quiero que menciones nada de aquella noche. Tú y yo no nos conocemos, nunca pasó nada entre nosotros, solo fue una noche alocada y llena de alcohol, pero nada más. Y sí, nos divertimos, te hice gritar y mucho, pero no deja de ser una noche al azar. —Creo que hubiera preferido que me vaciara un balde de agua fría encima, en vez de sus palabras tan punzocortantes. Eso hubiera sido menos violento que su actitud de macho, incluso un golpe hubiera resultado menos doloroso que eso, su comentario.

Desde hace un mes, desde que lo conocí me imaginaba nuestro encuentro muy diferente a como está siendo, imaginaba que sería mejor, nunca creí que sería de esta forma tan cruda y grosera, grotesca. 

—Ah ¿si? De seguro pasas muchas noches alocadas y llenas de alcohol, hasta me soprende que me recuerdes, Maximiliam. —Cruzo mis brazos a la altura de mi pecho haciendo que mis tetas suban y salgan más de la cuenta del escote de mi blusa.

—¿Qué? ¿Estás buscando seducirme?— frunzo el ceño e inmediatamente bajo los brazos hacia mis costados, machista de m****a.— Además, yo solo recuerdo a las más gritonas y a las que caen más fácil, dime, ¿a cuál grupo perteneces? Yo digo que a los dos, cariño.

—Sal de mi habitación, Maximiliam, fue un gusto hablar contigo, pero me temo que ya no hay nada más que decirnos. Y no tienes por que preocuparte por mí, no diré nada, esto probablemente me lo lleve a la tumba, así que puedes dormir tranquilo a lado de mi amiga, si es que tienes las agallas de sostener una mentira. Lo de esa noche nunca pasó. —Me fijo que no haya nadie el en pasillo y entonces abro completamente la puerta, espero a que salga o que tan siquiera se mueva, pero no lo hace, solo me observa desde donde está. —Vamos, sal, Max.

—No sabes cuanto me alivia escucharte decir eso, pensé que tendría que darte dinero para mantenerte la boca cerrada. Puedo darte dinero, si eso asegura que no digas nada, pídeme una suma y te haré un cheque. No te lo tomes a mal, pero das la impresión de que necesitas desesperadamente dinero, puedo ayudarte con eso.— No detengo mis impulsos, le hago caso a mi instinto de fiera, ese instinto que no me deja que nunca nadie me humille, ni siquiera este hombre. Así que le cruzo el rostro con una bofetada que lo obliga a ladear la cara por la fuerza de mi mano. 

Se toca la mejilla inmediatamente, al parecer creo que nunca lo habían golpeado y es una versión creíble. Se supone que es un niño rico, un niño mimado que está acostumbrado a obtener lo que quiere, puedo entender que nadie le haya dado su merecido, pero hoy, hoy las cosas cambian. 

—Eres un hijo de...— m*****a sea, su madre no tiene la culpa de tener un hijo como él, uno que sea un mal hombre y muy egocéntrico. —Por tu bien deberías de salir de mi habitación, vete.— Acaricia su mejilla enrojecida por el golpe varias veces, me mira con ira pura, pero al final se marcha dando un portazo.

***

—Hola— nunca antes me había sentido tan incómoda por la presencia se Hannah, nunca antes le había guardado un secreto. 

—Hola— respondo recelosa. Ahora mismo me siento como una niña, de esas que saben que hicieron algo malo, pero que quieren que a toda costa nadie se entere, pero temen que las descubran. Así me siento, con miedo de que ella sepa lo que ha pasado con el tal Max.

—Veo que necesitas ayuda con el cabello, ¿me dejas secartelo?— le ofrezco el cepillo y el secador para que empiece con la tarea. —Veamos— toma algunos mechones de cabello y enciende el secador y empieza a moverlo por el mechón. Ella me conoce, sabe cuanto me relaja que me toquen el cabello, soy de esas que se duermen en el salón de belleza cuando me cortan el cabello. —Tienes el cabello hermoso, me gusta mucho.

—Por Dios, tu cabello es más bonito y sedoso, no sé porque no te das cuenta— a través del espejo le dedico una sonrisa amplia y verdadera. —Estoy muy feliz de estar aquí. —Lo estoy, pero si no estuviera ese hombre aquí, quizás mi felicidad estuviera al máximo y también, no me sentiría de esta forma, tan culpable. 

—¿Sabes? Pensé que no vendrías, porque bueno, tu papá está en tu casa y pensé que por esa razón no estarías conmigo. —Frunzo el ceño, la miro por el espejo, su expresión me dice que lo que ha dicho no es mentira.

—¿Qué acabas de decir?— pregunto incómoda e inquieta.

—Tu papá está viviendo en la casa de tu abuela, me enteré hace unas semanas y pensé que ya lo sabías por eso es que no te dije nada, pero ahora veo que no estabas enterada. —Mi amiga sigue con mi cabello, lo seca como si nada estuviera pasando.

—¿Mi padre?— pregunto en un susurro— No puedo creer que esté en mi casa, es mi casa, no puede ser tan cínico como para vivir en ella.— Hannah no deja de cepillarme y secarme el cabello, ella siempre es tranquila, toma las cosas con calma. 

—Déjalo, sabemos que ese hombre es así, si quieres luego lo mandamos a sacar— me dedica un guiño con complicidad, si definitivamente ella y su familia pueden hacer eso, sacarlo de mi casa y probablemente también destruir su vida.

—Antes debo de hablar con él, necesito saber porque razón está ahí, además, espero que esté el solo en mi casa, porque si tiene a esa mujer con él, entonces habrá problemas. —No odio a su esposa, pero tampoco la amo y ninguno de los dos merecen estar en una casa tan sagrada como lo es la de la abuela. 

—Estonces ve a visitarlo, apuesto a que no se espera tu llegada. —Hannah termina con el último mechón de mi cabello, lo peina una última vez y estoy lista. —Terminamos, por cierto, ¿crees que luzco bien con esta ropa?— observo lo que lleva puesto, mi amiga tiene un cuerpo lindo, tonificado y delgado gracias a las horas que pasa haciendo ejercicio, es imposible que algo se le vea mal. 

—Luces fenomenal, Hannah, tú siempre te ves bien. —La tomo de las manos y descarto el impulso de decirle la verdad, verla a los ojos y no poder decirle lo que he hecho es difícil y sé que no podré aguantar tanto tiempo ocultandole la verdad. 

—Es que... quiero verme bien para Maximiliam— su confesión no solo me soprende, me duele y me enoja, me decepciona también. No puedo creer que soy una mala amiga, no puedo seguir ocultandole esto a Hannah.— Me gusta mucho, me gusta todo de él. 

—Estoy segura de que debe de tener muchas cualidades, no por nada estas a punto de casarte con él. —Soy una m*****a, no puedo creerlo, ¿por qué dije algo así?

—Quiero que... bueno, no importa— arregla con las manos su falda rosa pastel, me sonríe y respira hondo.— Te espero abajo, la cena ya está casi lista.

—En un momento bajo, como ves, solo falta vestirme y listo.— Hannah asiente no muy convencida de bajar sola a la sala de estar para esperar la cena. 

Este encuentro me ha hecho las cosas más difíciles, me siento peor que antes, esto que estoy haciendo no es bueno. Si mi abuela estuviera viva, me daría una bofetada, sin lugar a dudas ella estaría muy decepcionada de mí. Y si puede verme, y si puede saber que es lo que hago, entonces ella debe se estar llorando por moder la mano de la persona que siempre me ha ayudado.

Mi instinto femenino, mi instinto sexual me pide a gritos que baje a la cena con lo mejor de mi ropa, pero sucumbir a mi instinto no es lo malo, lo malo de todo esto es que he traído ropa bastante simplona. No es que haga frío, pero en especial yo soy demasiado friolenta, siempre tengo frío. Por eso es que me gusta vivir en California, el calor me agrada. El frío y la lluvia me hacen sentir melancólica, me ponen triste. Tomo lo primero que veo, un vestido negro como base y con un estapado de flores blancas pequeñas. Es sutil, no es para nada un vestido para una cena, pero es lo único que tengo en mi maleta que me podría hacer sentir bonita sin necesidad de caer a lo escotado y muy, pero muy descubierto. Tengo vestidos más diminutos, pero no estan aquí, gracias a Dios, porque sino, temo que lo usaría, no yo, sino me alter ego altanero, el que no siente nada de remordimiento por haberse acostado con el prometido de Hannah Parker. Uso por encima del vestido un suéter blanco ligero, no lo abotono, lo dejo abierto para obtener un look más despreocupado, porque no quiero que el idiota de Maximiliam piense que estoy arreglando mi aspecto para él. 

Cuando bajo siento que todo se mueve, que todo da vueltas. Últimamente he estado sintiendo muchas emociones muy fuertes, tantas que ha empezado a afectar mi salud. 

—Buenas noches— saludo a la señora y señor Parker, los dos me miran con cariño.— Hola— digo para los hermanos del hombre más feo, cínico y altanero del mundo. 

—Buenas noches, Maxine— responde detrás de mí el idiota de Maximiliam. Pasa junto de mí y me lanza una mirada desigual y extraña, hasta cierto punto nueva para mí... presiento que esta noche será muy larga y muy difícil...

***

—¿Cómo te ha ido en Hollywood, Maxine?— pregunta la señora Parker mientras todos cenamos el delicioso y jugoso filete que han hecho las cocineras. Por primera vez, decir como me ha ido en Hollywood, me da vergüenza.

—¿Hollywood?— repite Maximiliam, sus ojos se posan en mí y me miran con curiosidad, esperando mi respuesta. —¿Te desenvuelves en ese ámbito?

—Ya te lo había mencionado, Max.— Interviene Hannah nerviosa, como si le importara que nos demos cuenta de que no hay nada de lo que no han  hablado ya.

—Me ha ido mal, señora Parker, pero aún no pienso abandonar el sueño— si lo sabe Dios, que lo sepa el mundo. Tomo un pequeño trago de vino, necesito algo que me haga relajarme, porque por sí sola, es imposible estar tranquila estando sentada justo enfrente de Hannha y su prometido. Él, personalmente he decidido elegir ese lugar en la mesa, con una sola intención, molestarme durante toda la cena.

—Ay cariño, me encanta saber que nunca te rindes. Recuerda  que si necesitas ayuda de cualquier tipo y está dentro de nuestras posibilidades, te ayudaremos. No tengas vergüenza de pedir ayuda, hija.— Parpadeo varias veces llena de confusión, la veces que Juliette me dice hija se siente tan extraño, me siento en otra realidad cuando me lo dice, pero me gusta.

—Muchas gracias, Juliette— respondo con cariño y a punto de llorar. 

—La gente en Hollywood es muy... dura, las cosas no soy faciles por ahí, ¿cómo es que te mantienes? Es decir, es un sueño muy caro, no puedes hacer las cosas sola.— Respiro hondo, no puedo responder como me gustaría, siendo grosera y altanera, aquí no.

—Trabajo, día y noche, eso hacemos los que no tenemos privilegios. —Respondo tranquila, intentando que mis emociones no me traicionen. 

—Esta niña— empieza Robert Parker mientras me señala con su mano que sostiene un pedazo de pan. —Es una guerrera, es fuerte y soñadora, por eso es que en esta casa es tan querida, aquí apoyamos a Maxine por sus intereses, por ser quien es.— De nuevo siento que el mundo, mi mundo se me viene encima, dolor, decepción y odio hacia mí por ser una m*****a mala persona.

—No llores— responde Hannah mientras me toma de la mano por ecima de la mesa.— Sabes que eres importante por aquí, amiga. Queremos dejarlo en claro, Maximiliam es nuevo por aquí, al igual que sus hermanos, queremos que todos sepan que tú, eres parte de la familia. 

—Gracias —respondo en un susurro, mi mirada viaja por todos los presentes, los hermanos de Maximiliam me miran extrañados, pero no dicen nada. Simplemente me miran hasta cierto punto incómodos, pero al final, llego hasta donde está él. Ya no me mira de forma retadora, sino que tiene el ceño fruncido, creo que está entiendo lo que pasa por aquí y las consecuencias que tendría el hecho de que esta familia supiera la verdad. 

—Comamos el postre— interviene Juliette en el momento en el que todos nos sumimos en un silencio incómodo. 

Ella y Hannah se levantan de la mesa, dispuesta a ir por todo lo necesario para servir el postre. Miro sus siluetas desaparecer. Por debajo, siento que algo me roza la pierna, algo suave, algo que me hace sentir mariposas en el estómago... lo miro a los ojos, está satisfecho tocándome por debajo de la mesa. Se siente feliz de saber que me tiene a sus pies. 

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