02

Admiro el paisaje que la ventana del tren en el que viajo me ofrece. Una ventaja sobresaliente de entre todas esas desventajas que resultan de viajar en tren  desde Los Ángeles hasta mi ciudad natal, son precisamente esas manchas verdes llenas de vegetación, esas nubes espesas y ese cielo azul precioso. Esas son las ventajas de un viaje tan lento como lo es viajar en el tren, si tan solo tuviera auto podría llegar en menos de dos horas, pero como no, debo de pasar casi 6 horas sentada en este contenedor rodante.

Suspiro irritada, me hubiera gustado salir más temprano de casa, pero tal y como lo dijo Zoe, tuve que hacerlo en la tarde gracias a mi estado de ebriedad. Aún siento que me duele la cabeza y si alguien me pide que me pare sobre una pierna temo que me estampare en el suelo. Lo que me consuela de todo esto es que al llegar a Tehachapi podré descansar en una cómoda cama, Hannah ha dicho que tiene una habitación lista para mí, la misma habitación de siempre. Aunque una parte de mí, le gustaría dormir en su pequeña casa, en donde creció, pero mi habitación se reduce a una pequeña cama infantil y a un póster de Stevie Nicks que mi abuela me heredó, eso es lo que hay, esa casa no es habitable. No con tada esa polilla que se come la madera y los insectos, si tuviera el dinero suficiente, me gustaría restaurarla a como estaba cuando todavía no era responsabilidad de mi abuela hacerse cargo de mí. Ella y su apoyo por parte del gobierno eran suficientes para llevar una casa como aquella en buenas condiciones, llegué yo y el sufrimiento de mi abuela empezó. 

El tren se detiene, tomo mis cosas y bajo de él llena de melancolía mezclada con un poco de emoción, emoción de saber que al final del corredor, mi mejor amiga estará esperándome o al menos eso ha dicho ella. Con una sonrisa en el rostro y llena de ilusión camino, arrastrado mi equipaje por el suelo. Cuando no veo a Hannah en el lugar donde siempre nos vemos, me preocupo. Estoy segura de que le envié un mensaje diciéndole que ya estaba a punto de llegar, no pudo haberlo olvidado. Intento respirar hondo, no puedo ser tan exagerada, siempre puedo tomar un taxi y todo estaría solucionado o simplemente, a Hannah se le hizo un poco tarde.

Entonces, el timbre de mi teléfono móvil me avisa que tengo un mensaje nuevo en mi bajdeja de entrada. Perfecto, seguramente es mi amiga. Reviso e inmediatamente frunzo el seño al leer el contenido del mensaje.

Mensaje de Hannah a Maxine 6:34 PM 

*Cambios de planes, hermosa. Me ha surgido un pequeño inconveniente que me obliga a quedarme en casa, pero no te preocupes, ya he mandado a alguien por ti, nos vemos aquí, guapa.* 

Como de costumbre en los últimos meses, choco contra un fuerte pecho que me hace rebotar. Me llevo la mano a la frente por el dolor, carajo, realmente ha dolido mucho. 

—Tú, tú eres la amiga de Hannah, ¿no es así?— la voz del chico me revive de mi inminente muerte por el golpe. Observo al masculino que me tiene sostenida de los hombros, ¿quién es él y por qué me toca como si nos conociéramos desde siempre?

—Eh... depende de quien seas...— susurro apunto de echarme a correr y entonces recuerdo el mensaje de mi mejor amiga, ella ha mandado a alguien a por mí, de seguro este chico debe de ser su nuevo chófer. Aunque viéndolo bien no parece un trabajador de la familia más rica de Tehachapi, bueno, hay un par de privilegiados con mucho más dinero, pero a penas y los conozco. —Ah... entiendo.

—¿Nos vamos, Maxine?— me arrebata el equipaje y echa a andar esperando a que lo siga, pero mi confusión no me deja ni dar un paso.— El auto está por ahí —señala el lugar y yo asiento, ¿él es el prometido de Hannah? No lo creo, al menos no le veo la posibilidad de serlo, no puede ser él, parece bastante joven para estar a punto de casarse con una chica de 25 años.

—¿Eres tú el prometido de Hannah?— pregunto con curiosidad, pero el no contesta solo se echa a reír, como si lo que acabo de preguntar fuese una completa tontería, algo casi imposible. —¿Te tienes que reír? Solo contesta— replico enfadada ante su burla hacia mí. 

—¡No! No, ese no soy yo. Yo, este Dios que puedes ver ahora mismo, es el hermano menor del prometido de la castaña, pero definitivamente, yo no soy el que se casa.— Miro su ropa, sí, viste despreocupado, pero con ropa de marcas costosas, es educado, pero no se mira como el tipo con el que la única hija de los Parker se casaría.

Subimos al auto, pero ya no digo nada, es mejor qudarme en silencio. Él me ha dejado con la sensación de que soy una tonta por suponer que él podría estar a punto de casarse.

—¿Cuántos años tienes?— mi promesa de no hablar nada más para no quedar en ridículo una vez más ha fracasado. —Claro, si se puede saber.

—Tengo 21, ¿y tú Maxine?— si sabe mi nombre, quizás también sabe mi edad y algunos datos sobre mí. 

—¿De cuántos años me veo?— apoyo la cabeza en el vidrio de la ventana.

—De 35 años —ofendida le lanzo una miarada asesina, ¿35 años? Debe se estar bromeando. 

—¿35 años, en serio?— respondo asustada,con confianza me miro en el espejo del retrovisor, no puedo parecer de esa edad, ¿o quizás sí?

—No, lo siento, era una broma— su risa me provocan ganas de golpearlo, pero no puedo, no puedo golpear al cuñado de mi mejor amiga.— Es que odio que digan eso, "¿de cuántos años me veo?" ¿En serio? Solo di tu edad y listo, la edad solo es un número. —Eso ha sido una bofetada con guante blanco, eso me pasa por seguir los consejos de internet para ser una mujer más interesante. Idiota, idiota, que tonta soy.

—Entiendo, tengo 26 años. De todas maneras ya estoy muy cerca de los 30, no debería de sorprenderme que digan que los aparento. —La casa de los Parker se empieza a ver desde donde estamos, siempre ha sobresalido de las demás. 

—Bueno, Maxine, debo de pasar a comprar algo, así que dame unos minutos. —Asiento con la cabeza, el chico baja del auto y yo lo espero.

¿Cómo será el hombre con el que Hannah pasará sus días? Apuesto a que debe de ser guapo y rico como ella, estoy segura de que debe de venir de una familia con modales y funcional. Hannah debe de casarse con un hombre burgués, no aburrido, sino con esos modales y etiquetas que a su familia le gustan, pero no son exigentes. Para que pueda estar con ella, él debe de ser rubio y debe de vestir con suéteres tejidos de colores claros, debe de saber jugar por lo menos golf o tenis. Quizás sea un médico o un político, pero nunca alguien como en el tipo de hombres que me gustan a mí. No de esos que te se encargan de ilusionarte y después de rompen el corazón, no como Ernesto, mi ex novio. 

Lo conocí en la universidad, increíblemente, siguió conmigo cuando decidí dejar mis estudios por la actuación. Era mi único pilar y por supuesto el único que dedicó de su tiempo a darme ánimos y porras, ¿cómo no me iba a enamorar perdidamente de él? Era un caballero, era guapo, era todo lo que las demás chicas de mi clase querían, pero obviamente solo yo tenía. Sí, me creía la abeja reina por tener a mi lado semejante prospecto, fui una abeja muy ilusa, porque creí que sería con él con quien me casaría, en ese momento no me di cuenta de que eso no pasaría nunca. O si tan solo no lo hubiese descubierto poniéndome los cuernos, quizás ahora mismi estaría aquí con él, pero para su mala suerte, tuve la iniciativa de llevarle un desayuno sorpresa a su residencia estudiantil de la universidad. Claro que el soso y gordo guardia de seguridad me dejó pasar, tenía aún la identificación de la universidad, aunque estaba vencida, el hombre no se tomó el tiempo de verificarla. Como la perfecta novia que buscaba ser para Ernesto, subí las escaleras con la canasta en las manos, no podía medir la emoción que sentía por saber como iba a reaccionar al verme ahí, de pie junto a su cama con el desayuno listo para que después tomara sus clases con el estómago lleno. Obviamente la sopresa me la llevé yo, y solo yo, cuando entre a su habitación y después del marco de la puerta estaba él, dormido, pero no solo, sino con una mujer rubia, escultural, guapísima y también desnuda. Dejé el desayuno con sumo cuidado, las piernas me temblaban y mi corazón iba a mil por hora, tome un bolígrafo y un pedazo de papel, con mi mejor caligrafía le escribí una nota que por supuesto no tenía nada de romance escrita en ella. 

"Querido Ernesto, decidí que era buena idea sorprenderte, pero vaya sopresa la que me he llavado yo en el momento en el que te vi abrazado con esa rubia, dusfruten del desayuno,  con odio, Maxine. Pudrete, Ernesto." Como me hubiera gustado cruzar la calle e ir a la farmacia de la esquina por un par de laxantes, me hubiera gustado ponerlo en su desayuno y cobrar venganza, pero me temía que había gastado todo mi dinero disponible los ingredientes para el desayuno. 

A estas alturas, Ernesto ya está completamente graduado, con una esposa y con una hija en camino y lo sé porque de casualidad, un día los encontré comiendo en el mismo restaurante en el que trabajo. Coincidencia o no, Ernesto y la rubia no desaprovecharon la oportunidad para recordarme que después de haberles dejado la canasta para ellos, se quedaron juntos para siempre. Tan al menos están juntos, pero no creo que la rubia tenga un marido muy fiel que digamos, pero eso ya es su maldito problema. Y después de Ernesto, yo no he tenido otro novio, no al menos con esa etiqueta, sino como algo más libre, algo así como amigos con derechos. Y carajo, lo del dios... Hanna tiene razón cuando dice que no puedo dejar de pensar en él, ¿por qué debería de olvidarlo? Fue el único hombre que me ha follado en su auto, fue el único hombre que me ha hecho gritar sin miedo y con verdaderas ganas, no fingidas, verdaderas. Por eso, cada vez que cierro los ojos, como ahora, su perfecta imagen regresa a mi cabeza, atormentandome, pero a su vez satisfaciendo mi necesidad de recordarlo y de recordar lo que esa noche me hizo. Esas manos, ese cuerpo y esa boca tan maestra, fue perfecto...

—¿Estás bien?— doy un brinco en mi asiento, carajo, si no hubiera sido por su intervención temprana, me hubiera atrapado con las manos en mis entrepierna. 

—Sí —contesto con voz ronca, el chico entra con un ramo de rosas, ¿rosas? Frunzo el ceño, pero no digo ni pregunto nada, seguramente deben de ser para su novia. 

Conduce seguro de sí mismo por las calles que no conducen a la casa de los Parker, las puertas son abiertas por un par de hombres a los cuales saludo al entrar. Por aquí soy muy querida y eso me hace sentir tan bien, me hace sentir que es buena idea venir a este lugar y que no estoy completamente sola. 

—¿En dónde están todos?— le pregunto al chico en cuanto entramos a la casa y noto que está vacía, nadie de la familia está por aquí. 

—Señorita Maxine— la voz de la nana de Hannah interrumpe mi cuestionamiento, viene a mí con los brazos abiertos, a pesar de que no era su función, siempre cuidó de mí y hasta el día de hoy lo sigue asiendo.— Que bella estás, niña— nos abrazosmos y casi instantáneamente mis ojos se llenan de lágrimas, es como si de alguna manera estuviera abrazando a mi abuela, así se sentía una abrazo de parte de ella.

—Hola, señora Jules— respondo evitando que se note mi voz quebrada. 

—Nos has abandonado mucho, ya tenías mucho tiempo sin venir por aquí.— Arregla un mechón rebelde de mi cabello y lo pasa detrás de mi oreja.

—Lo siento, es que he tenido bastante trabajo— miento, en realidad no venía porque es costoso venir aquí, no tanto, pero para una empleada que debe de pagar varias cosas sí. —Por cierto, ¿en donde están todos?

—Oh cariño, están en el jardín trasero, ve a verlos ahí están. Yo me encargo de tu equipaje, tu habitación está lista, por si necesitas hacer algo.— Asiento y empiezo caminar hacia el jardín, seguramente debe de estar ahí la familia del futuro esposo, y definitivamente no vengo bien vestida, solo un par de jeans viejos y un top que deja descubierto mi ombligo y mis hombro, una vestimenta poco propia de una cena familiar. Por suerte a penas está apunto de anochecer. 

—Hola a todos —saludo con vergüenza en el momento en que salgo de la casa, la mamá y el papá de Hannah me miran sorprendidos y muy felices de verme.

—¡Maxine! Hija— la señora rubia y pequeña viene hacia mí y me abraza, yo imito el gesto y también lo hago y con muchas ganas. La señora Parker siempre es tan amable conmigo y en general con todo el mundo, ella es una santa, una buena mujer. —No sabes que feliz me hace que estés aquí, no puedo creer que estés de nuevo aquí. —Repite, fuera de ellos, no hay nadie más, ¿y mi amiga y su esposo? —¿No tienes hambre? ¿O quieres esperar a la cena?

—A la cena, señora Parker— me muero de hambre, solo he comido un sándwich en el tren, pero puedo esperar un poco más, lo he hecho antes. 

—Hannah debe de estar apunto de llegar, tuvo que salir a la casa hogar, ya sabes que es voluntaria.— Un punto más para mi amiga, esta familia realmente se está ganando su pase directo al cielo.

—Es verdad, ahora que estoy aquí me gustaría acompañarla. Quiero ayudar.— Dudo poder ayudar de la forma que ellos necesitan, pero tengo manos, puedo cocinarle a los niños. 

—A ella le encantará, sabes que te echa mucho de menos, estará feliz de que la acompañes a hacer esa bella labor. Mírala, ahí viene. —Sonrío al verla, pero no viene sola, viene con el chico que fue por mí y con otro hombre, él debe de ser un prometido. Mi satisfacción crece, es tal y como lo describí o como había pensado que sería.

Es alto, cabello rizado, castaño y con ojos azules. Su atuendo no es soso, lleva un par de botas negras con un pantalón del mismo color y un abrigo de lana bastante bonito. Realmente sabe como vestir, tiene unos perfectos dientes seguramente resultado de una costosa y larga ortodoncia. 

—¡Amiga!— chilla y viene a mi búsqueda, —carajo, estas hermosa.

—Tú también, Hannah y aparte de vas a casar,  enhorabuena, no sabes lo feliz que estoy por ti.— Le digo con sinceridad, es verdad, ahora que la veo me doy cuenta de lo feliz que me siento por verla tan contenta. —Él debe de ser tu prometido, ¿no es así?— pregunto en cuanto nos deshacemos del pequeño abrazo.

—¡¿Qué?! No, él no es— dice Hannah entre risas,— ellos son los hermanos de mi prometido, mira, él es Mason y Maddox— parpadeo varias veces, estar aquí me está costando tantas sorpresas. —Maddox, hola— saludo.— Tú entonces debes de ser Mason.— Le digo al chico que fue por mi a la estación de trenes, este asiente y hace una ligera reverencia. Es bastante chistoso, es bueno para sacarme sonrisas.

—Así es guapa, yo soy Mason, el hermano más guapo de los tres. —El hermano lo golpea, la verdad es que los dos son guapos, sus risos se llevan el protagonismo, pero en general son demasiado bellos, unos Adonis. —Mi hermano no tarda, Hannah, ha dicho que atendería una llamada y enseguida venía. 

—Ese muchacho, siempre tan ocupado— responde la señora Parker. —Meto mis manos en el abrigo, estoy un poco nerviosa por estar aquí, miro el suelo y con mi pie empiezo a jugar con el pasto.

—¡Oh, ahí viene!— alzo la mirada inmediatamente, quiero conocer el hombre tan afortunado con el que se casará mi mejor amiga. 

El corazón se me detiene, la mandíbula se me cae al suelo y mis pequeñas y flacas piernas empiezan a flaquear, ese hombre... el hombre que sostiene ese ramo de rosas, ese hombre con el que mi mejor amiga se va a casar es el hombre de esa noche, el partícipe de la mejor noche de mi vida.

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