Benjamín leyó la prueba tantas veces que gradualmente perdió la noción del tiempo a su alrededor. Estaba retrasado para su propia boda. De repente, su celular vibró insistentemente, una llamada tras otra, un mensaje tras otro, pero él estaba interesado en una sola cosa: saber si lo que Vladir decía era realmente verdad.

—¿Cómo voy a saber si lo que me dices es verdad? —volvió a mirar al delegado, ahora con el rostro cubierto de sudor—. ¿Estás tratando de arruinar mi boda con esto, Vladir?

El delegado suspiró y volvió a mirar por la ventana. Ahora ya no había luz en la parte alta del cielo. Una sonrisa irónica se dibujó en sus labios cuando imaginó el escándalo que se desataría en cuanto Benjamín se diera cuenta de la verdad y abandonara a la novia por segunda vez en el altar.

No podía negar qu