La cirugía ya duraba cerca de dos horas y Antonela no lograba mantenerse quieta ni un solo momento. Vio llegar a Carlota, apresurada, con el rostro pálido, buscando noticias sobre Benjamín.
Pero no había noticias.
Ella se encontraba rodeada de personas que, en algún momento, su corazón había rechazado. Henrico, sentado justo enfrente, mantenía los ojos cerrados como si rezara por un milagro. Era extraño verlo en esa posición, como un hombre amoroso preocupado por alguien. Entonces se dio cuenta de que tenía una visión distorsionada de su padre. Siempre lo había visto como un viejo gruñón que descargaba en ella todas sus frustraciones.
Miró a Carlota, quien chasqueaba los dedos sin parar. La misma mujer que la había expulsado de la empresa por considerarla una amenaza, ahora le brindaba apoyo. Aun así, Antonela se sentía retraída y desconfiada con respecto a ellos. Ninguno de los dos parecía fiable.
Miró a Carmélia y Dominique, sentadas justo delante; ellas eran las únicas que merecían