Capítulo XXXIV. Terapias de choque parte 1.
Sofía (alias Isabel).
Sabía que estaba en brazos de Vermont, sólo por la sensación de seguridad que sentía y que recorría mi cuerpo, pero aun así, lo sentía como irreal, así como todo lo que me rodeaba, aunque mi cuerpo estaba en esa limusina, entre sus brazos y su calor. Además de que sus palabras y sus caricias, calmaban el acelerado latir de mi corazón, aun así, mi mente acusaba el dolor de saber que había estado frente al asesino de mi mejor amiga, y no había hecho nada, sólo permanecer de pie ante él, mientras el odio, la rabia y el dolor me golpeaban como grandes olas a una roca, en cualquiera acantilado, oscuro y siniestro.
Seguía oyendo la voz de Vermont intentado que reaccionara, y sabía que debía decirle algo pero mi mente no coordinaba con mi boca y los que me salió fue una repetición de las palabras que golpeaban en mi cabeza, haciéndome sentir humillada y herida.
- “Fue él, fue él”- murmuré en un hijo de voz.
- “¿Qué te ha ocurrido, preciosa?”- me dijo
Hasta ahora el