Noche de despecho.

— ¿Por qué carajos yo tengo que pagar por tus errores? – grita Anastasia— Por qué no dan a su hija favorita, ¿eh?

— Porque tu hermana es demasiado valiosa como para dársela a un hombre extraño

Su madre se tiene haberla.

—Tú aún conservas tu pureza, ¿verdad? – pregunta su madre.

Ella se sorprende ante su pregunta inesperada y vergonzosa.

—Cristian nos ha dicho que entre ustedes dos no ha pasado nada.

Ella sonríe al imaginar la escena en donde esas moscas se reúnen para tramar dársela a un hombre desconocido.

—Tu padre y yo hemos hecho mucho por ti, es hora de que nos devuelvas el favor.

— ¿Han hecho mucho por mí? – dice con una sonrisa burlona— han hecho más por Clarisa, que sea ella quien pague las consecuencias de su padre.

— Tu hermana está enferma ¿Cómo es que eres tan insensible?

— No, tú eres la insensible… soy tu hija— recalcó mientras taraba de no llorar— ¿Acaso no me quieres ni un poco?

Su madre se queda callada.

—Lo sabía— dice poniéndose de pie.

— ¿A dónde vas?

— Que te importa hacia donde vaya.

— Tienes que estar aquí mañana por la tarde… tenemos que llevarte…

— Ni siquiera conocen a ese tipo, no iré a pagar la deuda que yo no generé.

— Entonces ya no habrá quien pague la hospitalización de tu abuela— amenazó su madre.

Anastasia se detiene en la puerta.

—No tienes piedad con tu propia hija, ni siquiera por tu madre ¿Qué clase de ser vil eres?

— Ya lo sabes, el futuro de tu abuela depende de ti. Si no estás aquí mañana por la tarde, si no llegas, dejaré de pagar sus tratamientos.

— ¿Sabes lo que pasará si lo haces?

— Lo sé.

Lo único que mantenía a Anastasia de pie, era la esperanza de ver a su abuela totalmente recuperada.

—Puedes irte a donde quieras hoy… pero recuerda, debes mantenerte casta hasta mañana.

Anastasia cierra la puerta de un golpe.

El frío de la noche azota su cuerpo frágil y pálido.

El mareo se transformó de pronto en un dolor de cabeza.

Ella camina sin dirección por la calle iluminada por los faroles.

No pensaba dormir en el mismo techo que esos traidores.

Pensó que tenía a Cristian de su lado, pero pronto este le dio la espalda y se unió al plan malvado de su madre, incluso la única mejor amiga que creía tener, la traicionó.

No quería preguntarle sus motivos, no quería saberlo. Lo único que quería era no volver a ver esos rostros arrogantes.

En la obscuridad de la noche ella vagaba completamente sola, con el corazón encogido.

“Donde pasaré la noche” se pregunta mientras mira el cielo estrellado.

De pronto se le ocurre la idea de regresar a ese club y perder la valiosa pureza que su madre necesitaba para entregarla con un hombre que de seguro era un viejo pervertido al igual que su padrastro.

“Decidiré con quien pasar mi primera noche” pensó decida.

Tomó un taxi y llegó hasta el club nuevamente.

Recorrió con la mirada a aquellos hombres adinerados que vestían de forma elegante.

“Cualquiera de estos servirá”

Sin embargo, los hombres al verla desalineada la ignoraban.

Cuando ella estaba por darse por vencida, ve a aquel hombre con quien estuvo hace unas horas.

Sabía que era una estupidez acercársele, pues anteriormente lo había hecho enojar, pero en este momento, él era su única opción, era su salvación.

Ve que dos chicas están sentadas al lado del hombre y le susurran cosas al oído.

Ella se compara con las mujeres voluptuosas, rubias y altas, que lo acompañan.

Enseguida nota la diferencia, esas chicas se ven refinadas, con cara bonita y mandíbula marcada, hombros pequeños y grandes senos. Al cambio, ella era una simple mujer plana, sin ningún chiste, sus ojos no eran azules, ni verdes, ni siquiera cafés, sino negros como el carbón. Su pelo no era el más bonito, en fin, ella se sentía inferior.

Pero hay algo de lo que sí está segura y es de deshacerse de su maldición de pureza lo antes posible.

Pensó una vez en entregarse a su novio, pero algo siempre la detuvo, no se sentía lista. Qué más daba entregarse a un extraño, que además de alto, era atractivo y millonario.

Respira profundo y se repite la frase “Tú puedes”

Avanza dando pasos cortos, sus guardaespaldas no están cerca de él por fortuna.

Una de las chicas se da cuenta de su presencia primero.

El hombre, quien estaba distraído inhalando un polvo blanco desde los pechos de la rubia, alzó la mirada con desinterés.

Miro a la chica de arriba abajo y se recordó que la había visto hace unas horas.

Las rubias a su lado comienzan a burlarse de la chica en inglés, Atanasia puede saberlo porque sus risas burlonas son evidentes.

Decidida se inclina ante el hombre, lo toma del cuello de su camisa, lo jala hacía a ella y lo besa.

Él está sorprendido por lo que sus ojos permanecen abiertos durante el beso y puede observar las cejas largas y rizadas de Atanasia.

Pronto él se deja llevar por esa nueva sensación que estaba experimentando, cierra los ojos y vuelve más profundo el beso.

“Así que esto es un beso” es lo que piensa mientras devoraba a la chica con sus labios “No es tan difícil”

Las rubias se muestran molestas y se ponen de pie.

Era obvio que no las necesitaba en ese lugar.

Así que prefirieron marcharse antes de que él se los ordenara.

—Hazme tuya— pronunció pensando en que él no la entendería.

“Si su español es pésimo, dudo que me entienda” pensó.

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