Jacob Hoffman

–Necesitas una mujer.

–Lo que necesito es una nueva estrategia –reclamé.

Me sentí irritado por la última entrevista, había sido un fracaso total, eso era una desventaja si quería ganar la campaña electoral para gobernador; el entrevistador conoce mis puntos debiles. Le encanta el escándalo, es su mejor herramienta para minizar a su objetivo y volverse más famoso, mi jefe de campaña me propuso ir a la entrevista, sin ninguna advertencia a lo que me estaba enfrentando.

–¿A dónde vamos? –pregunté al darme cuenta que íbamos en otra dirección.

–Te lo dije necesitas una mujer y te la voy a conseguir –respondió Benjamín.

Él le había dado las indicaciones al chófer hacía donde dirigirse.

–Quiero ir a casa y pensar en una nueva estrategia.

–Ahora lo único que puedes hacer es disfrutar de una buena chica.

Ben era un imbécil, eso todos lo sabían, ya nos habiamos desviado de la dirección a dónde íbamos, así que decidí seguirle la tontería de la meretriz y luego me iría. No había necesidad de ir a un lugar de esos cuando en casa podíamos solicitar a quien yo quisiera.

El auto se estacionó, mire a la ventana y pude observar que nos encontramos en una calle oscura donde hay una fila de mujeres esperando a que alguien las lleve, es una esquina algo desolada, se ve que es peligroso.

Ben estaba hablando con una mujer, no es fea, pero se puede conseguir algo mejor, ví a las demás, pero ninguna llamó mi atención, miré al otro lado cerca del club, una chica viene cruzando la calle desde el otro lado, mi atención fue hacía ella, tenía una vestido negro corto y tacones altos, el cabello largo de diferentes colores le cae hasta la cintura, por un momento sentí como si nuestras miradas se cruzaron, pero es solo mi imaginación, lo sé porque no puede verme a traves del vidrio, la vi llegar con la fila de chicas y parece que habla con ellas.

–Te gusta esa chica, ¿verdad? 

La pregunta de Ben me hizo dudar, él no espero mi respuesta cuando le habló a la chica que tenía en la ventana. 

–¿Cuánto por ti y tu amiga? 

La rubia miró hacía donde señaló Ben, hizo un leve gesto de disgusto y luego regresó. 

–Ella no está de turno –respondió –. Somos yo y mi amiga de aquí. 

Observé a su compañera y prefería regresar a casa a trabajar en la campaña.

–Oh vamos, a mi amigo le gusto la chica, estoy seguro que con la cantidad correcta podríamos solucionarlo. 

Volví a ver a la mujer porque ella estaba fuera de la fila de chicas, movía sus manos y les hablaba a todas, algunas le extendían algo de dinero y ella se lo guardaba en su pecho, luego hacía unos gestos duros como si les diera una advertencia.

–¡Eve! –La voz de la rubia me sacó de mis pensamientos, la chica la miró de inmediato, la estaba llamando –. Ven aquí. 

Hubo murmullos de reclamos de las otras mujeres cuando ella se acercó, no presté mucha atención al verla acercarse, caminaba con una seguridad asombrosa, decidida y poderosa, para ser una prostituta lo hacía muy bien. 

La rubia se alejó y le decía cosas, el chófer me habló desde la ventanilla. 

–Señor Hoffman, le recuerdo que esto podría afectar su reputación. 

–Ben, vámonos a casa –reproché. 

–Ya estamos aquí –se negó.

–La campaña apenas empieza, he invertido mucho en este proyecto, vamos a mi casa y llamaremos a la agencia para buscar a una chica.

–Tendremos a nuestras chicas –aseguró –. Estan dispuestas a todo, no son como las de la agencia.

Las chicas parecían discutir, la otra mujer que tenía el siguiente turno se metió también, sin embargo, la chica del cabello de colores mantenía su temple y serenidad, ¿cómo podría lucir así? Incluso pensé que si de esa forma me vería yo cuando hablo al público o discuto frente a personas importantes, finalmente la rubia volvió a acercarse. 

–Siete mil –exclamó –. Mi turno, el de mi amiga y el costo de ella –señaló a la chica del cabello de colores –,  ella vale cuatro mil.

–Maldición –masculló Ben sacando su billetera –. La próxima vez pagas tú. 

Se estaba quejando por tan poco dinero, Ben abrió la puerta y les pidió que entrarán.

–Primero el dinero –habló la chica del cabello de colores, tiene mucho valor.

–¿Crees que soy pendejo? –repudió Benjamín –. En cuanto te lo dé pueden salir corriendo, vamos entren. 

–Y en cuanto entremos ustedes nos llevarán a un callejón oscuro para acabar con nosotras –mencionó la chica –. Vayan a la casa azul –señaló la siguiente calle –. Paguen y luego nosotros los encontraremos ahí. 

–Oh podemos ir todos en la limusina. 

–Entonces primero el dinero.

Ví que su compañera masculló algo, se veía molesta con la chica de cabello de colores.

Ben suspiró fastidiado, sacó su billetera y pasó los billetes por su mano. 

–Ves aquí está, te lo daré cuando hayas terminado tu trabajo. 

La chica le arrebató el dinero, pero no se fue, lo contó y le dio su parte a cada compañera, lo que le correspondía lo metió a su pecho y el sobrante se lo devolvió a Ben que pareció desorbitado un instante, luego se metieron al auto. 

Pensé que Benjamín estaría molestó, pero cuando la rubia entró solo se concentró en ella, la chica le dijo al chófer donde podía estacionarse, luego vio a Ben, a la rubia y me miró a mí. 

–¿Acaso eres tímido, guapo? 

Colocó su mano sobre mi pierna y se la quité, en un movimiento torpe de mi parte entrelacé sus dedos con los míos, me miró confundida, pero afortunadamente llegamos al lugar, no habíamos durado ni dos minutos en la limusina. 

Ben y la rubia bajaron primero. 

–Pasé, por favor –señalé. 

–Mi mano –indicó y fue cuando me dí cuenta que la seguía sujetando, así que la solté. 

Ella bajó y yo la seguí sin tener más alternativa, no voy a mentir, le ví los glúteos, tenía esa curva en la cintura, una figura magnífica, sexy, el movimiento de sus caderas parecía tan natural y provocativo. 

–Estaré en la habitación ocho –avisó llegando a un escritorio con una chica. 

–¡Maldición Eve! –reclamó la chica tomando el dinero –. ¡Dejanos algo! 

Me detuve y creo que ella lo sintió porque se dio la vuelta, iba a hablar cuando ella me tomó de la mano y seguí caminando hasta que entramos a una habitación, en el momento que la puerta se cerró sentí sus manos en mi cuerpo. 

–Baño, cama y gaveta con condones y lubricantes –señaló mientras sus manos llegaron a mi corbata y la aflojó –. Lo último es por si lo necesitas, tú mandas aquí, guapo –intentó acercarse a besarme, pero como un instinto retrocedí, ella me miró, tenía unos ojos verdes preciosos, sonrió –. Sin besos, lo entiendo, a muchos no les gusta. 

–Es que… 

Sentí como me tomó por los hombros y en un suave, firme y rápido movimiento ya estaba sentado a la orilla de la cama, ni yo entendía como había hecho eso, se subió sobre mi regazo con las piernas abiertas, sus pechos quedaron sobre mi rostro. 

–Puedes pedir todo lo que tu quieras, está pagada una hora, tu decides como usarla –dijo mientras me quitaba el saco y comenzaba a desabotonar mi camisa, se acercó a mi oído y susurró –. Relájate. 

Algo involuntario me hizo cerrar los ojos al escuchar su voz contra mi oído, un cosquilleo recorrió mi columna vertebral y con la poca fuerza de voluntad que tenía la tomé por los hombros y la alejé. 

–No. 

–¿No? –dudó ella sobre la cama, estaba por acercarse de nuevo. 

–Espera –le pedí, pero ví que no iba a hacer caso y extendí mi mano –. ¡No! ¡Quieta! 

–¿Quieta? ¿No? 

Ahora su gesto y postura habían cambiado, fue un momento, pero yo pude notarlo, se acomodó en la cama. 

–¿Quieres que sea un perro? ¿Quieres jugar antes? ¿Es algún fetiche?  

–No –contesté, mire la parte descubierta de su pecho y luego volví a sus ojos verdes –. Solo quedate lejos.

Ella suspiró y se acomodó. 

–Guapo, la hora ya está pagada y no ha pasado mucho tiempo, no te voy a devolver el dinero así que será mejor que la aproveches. 

–¡No quiero el dinero! –exaspere frustrado, miré alrededor y sentí asco, ¿a dónde m****a me había traido Ben? Me levanté de la cama al pensar en las personas que habían pasado por ahí.

Ella también se levantó hacía la ventana, la abrió y sacó una cajetilla de cigarrillos.

–Tan mal te fue hoy –murmuró colocó el cigarrillo entre sus labios y me ofreció uno de la cajetilla, lo tomé. 

–¿De qué hablas? 

–Eres ese nuevo candidato del partido de Republicano, te ví en televisión el otro día. 

Ella encendió los cigarrillos. 

–¿Me conoces? 

–No puedo decirle a nadie que estuviste aquí, sí es lo que te preocupa –mencionó  –. Y tampoco eres el primer político que viene aquí, te sorprendería a los personajes que he atendido. 

–Eso es lo último que me preocupa –mentí, no me preocupaba, pero perdería el tiempo arreglando una trivialidad y eso era fastidioso. 

Me miró mientras inhalaba el humo, me asombraban sus ojos, eran como un prado hermoso, ¿qué hacía una chica tan hermosa en este lugar? Exhalo el humo por la ventana. 

–Eres un buen tipo y tal vez tus proyectos sean buenos –mencionó –. Pero estás llegando a las personas equivocadas, solo te diriges a los hombres cuando haces tus discursos cuando más del cincuenta por ciento de la población son mujeres –comentó –. Eres muy rígido y formal, tienes que relajarte, eres guapo usa eso a tu favor, una sonrisa, un beso en la mano, hazte el caballeroso y lanza una flores, eso te ayudará a ganar a la población femenina –indicó –. Evita los temas tabú, sexo, drogas y aborto, por el lugar en donde te encuentras siempre quieren sacar conclusiones apresuradas, pero te las puedes ingeniar bien –le dio otra calada a su cigarrillo –. Todos dicen que quieren un gobernante perfecto y que sea justo con las reglas, familias perfectas, pero debes tomar en cuenta que existen aproximadamente diez millones de madres solteras viviendo en el país y no les gustaría que las juzgue el mismo gobierno que ellas eligieron, solo quieren apoyo.

Ella hablaba de estadísticas sobre la población y la forma en que debería tratarlas, era asombroso la facilidad de soltar esa información, habló sobre las noticias actuales y la situación del país, creo que ni siquiera en mi equipo de trabajo se veía eso, la escuché con atención, le conté sobre lo que sucedió esa tarde en la entrevista y lo pensó terminando el cigarrillo y después de insultar al periodista me dijo lo que debía hacer. 

–¡Terminó! 

No sentí el tiempo aquí y tampoco conté los cigarrillos que consumí, saqué mi billetera y le dí un billete. 

–Gracias. 

–Tu amigo ya pagó afuera. 

–Esto es por los cigarrillos y los consejos –insistí, lo tomó. 

–Espera –me detuvo cuando iba a irme, me tomó por sorpresa cuando me alborotó el cabello y bajó mi bragueta del pantalón. 

–Diles que fue increíble –comentó –. Eso me ayudaría mucho. 

 Sonreí por su petición, salí a encontrarme con Benjamín que ya estaba afuera. 

–¡Vaya! –exclamó –. Por esa cara que traes, se nota que valió la pena. 

–Puede ser.

Salimos de ahí, al día siguiente hice lo que la chica de cabello de colores me dijo y funcionó a la perfección, hasta yo estaba asombrado; quería regresar a buscarla y contarle lo que sucedió, pero había algo más que rondaba mi mente, una inquietud, ¿quién era la chica del cabello de colores? Y siendo una chica tan inteligente, ¿qué hacía en ese lugar?

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