Bea había recorrido tantas veces las mazmorras, que a estas alturas ya sabía moverse en su interior, como pez en el agua. Había tardado un poco en volver a situarse, pero cuando escuchó un grito de mujer en la lejanía, supo que se trataba de Sarah.
Corrió hacia alli en medio de la oscuridad, y cuando vio la tímida luz entre las piedras, supo que Adam había regresado. La encontró desorientada, con el rostro sucio, y las manos desolladas de tanto buscar la forma de escapar, y se asustó.
- Sarah, he venido con Adam, llevo horas buscándote.
- ¿Qué? ¿Por qué motivo?
Bea pensó que no tenía ningún sentido explicarle todos los sucesos que habían llevado a que ella acabara buscándola, perdida en aquellas dependencias, así que decidió omitir esa parte.
- Pues