La pobre Sarah se despertó sola en la cama, aunque evidentemente, al principio no fue consciente de ello, y palpó la cama, hasta darse cuenta de que las sábanas estaban vacías, y ya frías. Miró el reloj alarmada, y vio que era aún pronto, pero se escuchaba ya ruido en los pasillos, y aunque le pareció extraño, decidió levantarse y preguntar a Adam que es lo que estaba sucediendo.
Se metió en la ducha, donde recordó cada instante de la noche anterior, y sintió como el deseo hacia Adam volvía a invadirla, y se frotó cada parte de su cuerpo con una sonrisa bobalicona pintada en su rostro. Adam se había enamorado de ella, y aunque ella no se lo había confesado, había pasado toda la noche anterior demostrándole que ella también lo amaba.
Salió del cuarto de baño envuelta en