Capítulo 21. Sarah

El repiqueteo de los nudillos en la puerta, sacó a Sarah de la nube en la que se encontraba aislada. El hecho de que Benedict hubiera golpeado su puerta en cuanto ellos hubieron acabado su encuentro amoroso, le hizo pensar que quizá el hombre los había oido, pero se sentía avergonzado de interrumpirlos en una situación tan íntima. Y la mera opción de que aquel ayudante de su padre, que Adam le había dicho que era la persona en la que el líder de una manada confiaba más en toda la comunidad, la mortificaba.

Sarah se levantó tan rápido como pudo, y al ver que Adam estaba de espaldas a ella, vistiéndose a toda prisa, se deleitó contemplando su espalda fornida, su deseable trasero, torneado por las interminables sesiones de gimnasio, y sus impresionantes muslos. Sarah se alegró de que el hombre estuviera de espaldas, porque de otra forma no podría soportar la vergüenza, y corrió en dirección al baño, donde se aseó un poco, se lavó con agua fría la cara para borrar de su piel el rubor por
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