Capítulo 5. OPORTUNIDAD

ANNE

Los recuerdos de Jackson pasaban una y otra vez dentro de mi cabeza. Su gran sonrisa, su tic nervioso, las noches que platicaba con él, cuando reíamos de sus chistes, sus sueños, metas y el futuro soñado que quería a mi lado. Pero no sucedería.

«No dejes de sonreír, por nadie, ni por mí»

En mi propia oscuridad podía alcanzar a escuchar a mí alrededor. No entendía nada… ¿Dónde estaba?

—… Pero está bien, salió de estado crítico, estará en cuidados intensivos por 48 horas. Y se permitirá solo una persona en la habitación—una voz informaba.

—Gracias, doctor. Quédate tu amor, yo iré a casa a bañarme, e intentaré de convencer a Ayrton que me acompañe—es la voz de mi padre.

—Sí amor, convéncelo. Pobre, parece un zombi sentado afuera, dale las buenas noticias y llévatelo a casa, que coma algo y se bañe—es la voz angustiada de mi madre.

—Constanza y Alfred, regresarán por la tarde—dice mi padre. Siento un beso en mi frente. Después se escucha la puerta cerrarse, luego el toque cálido de mi madre, acaricia mi frente.

—Mi niña. Ya estás fuera de peligro, tienes que seguir recuperándote. Tienes que…—su voz se corta por un sollozo ahogado—Siento lo de Jackson. Sus padres han venido todos los días a visitarte. Yo sé qué… Tú descansa cariño.

La oscuridad me abraza y me pierdo en un sueño pesado.

***

—Si solo hubiese detenido que se fueran en esa moto…—es la voz de Ayrton—Mi ex mejor amigo no estuviera muerto, y tú no estuvieras postrada en esta m*****a cama.

Se hizo el silencio, siento un apretón en mi mano y luego un dedo deslizarse en forma de caricia. Una caricia familiar cuando Ayrton estaba nervioso o ansioso. Tomaba el dedo índice y tocaba mi brazo de arriba y después hacia abajo.

—Aún tienes mucho que dar Anne-Lise, tienes que recuperarte, seguir volviéndome loco, como siempre lo has hecho, tú y tu sonrisa con esos hoyuelos que se te forman, tienen que regresar. Sé que será difícil cuando despiertes, pero eres fuerte. Dios te ha dado una segunda oportunidad, no la vas a desperdiciar. Si no hubieses llevado el casco de protección… ¡MALDITA SEA! ¡¿Por qué siempre tienes que ser terca? ¡Te lo dije! «¡Bájate de esa moto!» Pero no…—grita furioso.

El dolor se intensifica por su tono alto que llega como un zumbido a mi cabeza y empieza una punzada cargada de dolor apenas soportable.

—Ouch…—digo al sentir esa punzada por segunda vez.

—¿Anny? ¿Anny?—su voz está cargada de sorpresa y alivio.

—¿Puedes… puedes… dejar…? De… gritar…?—digo intentando abrir los ojos, estaba oscuro, salvó la lámpara empotrada en una luz tenue que apenas iluminaba la habitación.

—¡Bendito Dios! ¡Enfermera! ¡Enfermera!—sale de la habitación azotando la puerta y haciéndome maldecir unas cuantas palabras dentro de mi mente.

Cierro mis ojos de nuevo por el cansancio, tenía dolor por todas partes.

***Después de varias horas, revisaron todos mis signos vitales, hicieron pruebas obligatorias y se estaba marchando el doctor junto con las dos enfermeras. Ayrton entra después de mis padres quienes lloraron por un largo rato en silencio, llenándome de besos y caricias. Ayrton insiste en cuidar de mí esta noche, para que pudieran descansar los demás.

Abro los ojos al rato y lo encuentro en el sillón. No dejaba de quitarme la mirada.

—¿Q-Q-Qué?—pregunto curiosa con un poco de dolor en el pecho.

—Nada—contesta.

—¿P-Por qué me miras a-así?—pregunto empezando a irritar que el dolor de mi garganta no me dejara hablar bien.

—¿Sabes? Aun jodida, te ves bonita—abro los ojos de la sorpresa a sus palabras.

—G-Gracias, no i-iba a poder d-dormir…—intento sonar sarcástica. Después de un silencio agradable entre los dos, mi mirada está centrada en el techo de la habitación. El collarín casi no dejaba moverme del todo. Mi pierna enyesada estaba en un columpio. Me había informado que tenía rota dos costillas, mi hombro se había dislocado, tuve una hemorragia interna muy grave, estuve entre la vida y la muerte y aun en estado crítico. Tenía un poco de dificultad para respirar normal. Pero aún a pesar de todo eso… Estaba viva.

—¿Quieres hablar?—pregunta Ayrton en un tono serio.

—No—corté sin pensar, sabía a donde se dirigía. Y no estaba preparada para ello, realmente no creía que estuviera preparada nunca. Hablar del dolor de ver a Jackson morir delante de mí… no tenía palabras para describirlo. Era mucho más fuerte.

—Tienes que hablarlo para poder curarte. No puedes quedártelo guardado—dijo mientras se cruza de brazos sobre su pecho.

—N-No, N-No… No quiero h-hablar—intento cortar de tajo en un tono seco. Mientras lanzo mi mirada al techo, un pensamiento fugaz del momento en que estaba así, pero viendo el cielo oscuro de la carretera el día del accidente, me hizo cerrar los ojos del pánico que sentí. Las imágenes de esa noche desfilaron ante mí. El rostro de Jackson sobre el pavimento, mi mano intentando alcanzarlo desde mi lugar, el dolor que sentí mientras me arrastraba hacia él, el brillo de sus ojos desvaneciéndose.

Comienzo a convulsionar del llanto como nunca en mi vida lo había hecho. El dolor había empezado a salir y no sabía cómo detenerlo, o inclusive si así algún día podría curarme. Cubro lentamente con mi brazo sano mi rostro y sigo llorando con más fuerza, mi pecho sube y baja bruscamente. Siento como la cama se hunde a mi lado.

Es Ayrton quien se ha sentado con cuidado y su mano con delicadeza me rodea por encima para abrazarme y sin pensarlo dos veces, me escondo en su pecho y cubro mi rostro. Lloro, lloro. Y lloro desconsoladamente. Los espasmos de mi llanto son tan fuertes que me dolía horrible, pero había empezado a sentir una tranquilidad al mismo tiempo.

—Llora. Saca todo lo que tengas dentro, no guardes nada, no dejes nada, Anne-Lise—la voz de Ayrton intenta consolarme. Sigo llorando por una hora, hasta que sin darme cuenta mi fuerte llanto, queda en débiles sollozos, estoy envuelta aún en sus fuertes brazos. —Duerme. Estaré aquí, apoyándote. Eres fuerte Anne-Lise, no te imaginas que tan fuerte eres… Duerme.—y sus palabras llegaron a mí.

Cerré mis ojos y me perdí en un largo sueño…

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