La sonrisa en su rostro no tenía precio.
Después de cenar en casa, porque sería un fastidio hacerlo por allí con todas esas parejas demasiado acarameladas, ambos se cambiaron la ropa y estaban sentados en el sofá con algo más parecido a pijamas, aunque también podrían salir a la calle de esa forma.
Hoy era catorce de febrero, San Valentín, domingo; después de ir a la iglesia, Akari vio cómo Minato convivía con niños, almorzó con todos y luego siguieron haciendo cosas. El rubio se encargaba de revisar asignaciones de la semana anterior, y también de ofrecer ayuda en los deberes escolares en los que los niños presentaban dudas, o no comprendían. A las dos de la tarde comenzó a explicarles inglés, y luego de eso se deshicieron de las formalidades para jugar futbol y merendar.
Estaba impresionado.
La