Akari apenas pudo resistir estar despierto hasta llegar a su estación, Ebisu; Minato, como siempre, continuó por una estación más, hasta Meguro.
Eran poco más de las ocho de la noche cuando el rubio llegó a casa, sin sorpresas por encontrar las luces encendidas, y un par de zapatos en el recibidor. Su tío le había enviado un mensaje a la mitad del trayecto en el tren.
—¡Estoy de vuelta! —Minato habló alto, quitándose los zapatos y poniéndose pantuflas.
Caminó hasta encontrar la entrada de la sala, y vio cómo su tío hacía de las suyas en la cocina.
—Bienvenido a casa —contestó Yahiro, mirándolo desde la distancia.
Minato sonrió y entró a la sala de estar, dejó su bolso sobre el sofá, y también la chaqueta, en el respaldo. Se acercó a su tío,