¿Cómo era que las mujeres podían disfrutar de ir por allí caminando felices con un montón de bolsas a cuestas, tras hacer las compras?
En este momento, Yahiro se hacía esa pregunta, en tanto sufría el cruel destino de tener los brazos muy cansados.
Hoy era sábado, más o menos las dos de la tarde y, junto a su sobrino, Minato, había pasado toda la mañana yendo y viniendo entre tiendas de juguetes, de ropa, y hasta librerías y lugares para comprar comida.
Los niños tenían gustos muy raros, y su amado sobrino… ni se diga.
Estaba cansado: ir de un lugar a otro cargando bolsas de compras que cada vez se hacían más, y más pesadas, se volvió insostenible en un punto, y tuvieron que pagar un lugar de almacenable; era obvio que regresarían en un taxi a casa, por más costoso que este servicio resultara; sin embargo, no s