-Hele… ¿Me oyes?
La pelirroja escuchó la voz inconfundible de David muy lejos de ella, como si estuviera del otro lado de un túnel.
-¿Dónde…?- apenas pudo decir, sintiendo un fuerte dolor de cabeza que nacía desde su frente.
-Todavía estamos en la clínica, te desmayaste- exclamó el joven, quien miraba preocupado a su amiga que estaba semiinconsciente en una camilla de hospital.
Poco a poco la joven pudo abrir los ojos, al principio le incomodó la luz blanca y molesta de la habitación, pero cuando pudo enfocar la vista movió su cabeza hacia un lado y se encontró con el rostro preocupado de David, quien sostenía a su bebé.
Instintivamente Helena estiró sus brazos, pidiendo agarrar a su hija.
Con cuidado, David le acercó a la bebé que estaba dormida y la acurrucó al lado de su amiga, quien la abrazó posesivamente, porque sabía que ahora, más que nunca, tenía que ser fuerte y proteger a esa bebé de ese monstruo que era en realidad el padre de su niña, ya no más desmayos, ya no más llanto