El tiempo había avanzado sin pausa, arrastrándolos en un limbo donde todo parecía mantenerse en calma, al menos en la superficie.
Dos semanas.
En ese tiempo, Marck había sido dado de alta y ahora estaba confinado en su casa, bajo estrictas indicaciones médicas de reposo. Aunque se sentía físicamente mejor, el aislamiento solo había empeorado su tormento mental.
Su acceso a la empresa estaba restringido, lo que significaba que Clara y Sandra manejaban todo en su ausencia. Sus llamadas eran breves, estrictamente laborales. Nada más.
Nada de ella. Ninguna palabra más allá del trabajo y eso lo estaba volviendo loco.
Por otro lado, Sandra se había sumergido en su rutina con una determinación inquebrantable. Mantenía las conversaciones con Marck en el mínimo indispensable, siempre profesional, siempre distante. No le daba ningún espacio para hablar de lo que habían sido… o lo que pudieron ser, pero en la soledad de la noche…
Cuando los teléfonos estaban apagados. Cuando la oficina esta