Compramos la casa. Y los dos firmamos. -Ya es nuestra, Louis, de los dos-, le volví a aclarar.
Juntos elegimos los colores, contratamos a un experto para que arregle el jardín, también mandamos componer la zona de parrilladas que estaba muy deteriorada al igual que la terraza. Una semana después compramos los muebles, aparadores, vitrinas, cómodas, la alacena, cocina, refrigerador, mesa, silla e instalamos el jacuzzi. Louis quedó muy admirado cuando la casa ya estuvo completamente amoblada. Quedó boquiabierto con el jacuzzi, incluso corrieron algunas lágrimas por sus mejillas.
-¿Qué te conmueve?-, le pregunté colgada de su cuello.
-Siempre soñé con tener un jacuzzi-, no podía él dejar de llorar.
-Yo siempre soñé en vivir con un hombre como tú-, le dije, y nos besamos muy apasionados.
A mis padres también les gustó la casa y los muebles y quedaron maravillados con tanta elegancia. -Es preciosa, hija, es un palacio-, no dejaba ir y venir mi madre por los tres pisos.