Mientras tanto, en Nigeria, a miles de kilómetros de Minas Duca, Arlo Griffin estaba de pie en una torre sin nadie a la vista, salvo su cónsul Callum Biffle.
En ese momento, el Gobernador Militar Derecha refunfuñaba: “¿Cuánto tiempo más tenemos que esperar? Ni siquiera tenemos la más mínima idea de cuándo vendrá ese idiota. ¿Y si ya sospecharon de la trampa? ¿No significaría eso que nunca aparecerá?”.
Callum le murmuró entonces: “Bueno, no podemos actuar a medias teniendo a los Tres Ancianos en nuestra jurisdicción. Quiero decir, la mayor parte del tiempo están en reclusión cultivando y no requieren que estemos a su servicio, pero ¿funcionarios de alto rango como nosotros perdiendo el tiempo aquí? Sin duda podríamos lograr más en otra parte”.
“La transición se supone que comienza en dos días, pero la guarnición de Kansair Milla está exenta, de todas formas. Eso sí que es no tener propósito… en todo caso, deberíamos pedir permiso a Su Señoría para regresar a Nápoles”.
Arlo guardó si