Nerviosa, Penny dio un paso atrás y preguntó con cautela: “¿Quién... eres?”.
Charlie se rio. “Me llamo Wade. Charlie Wade. Aquel al que tu sociedad ha estado intentando capturar, incluso tendiéndome una trampa elaborada en Nigeria”.
“Q-Qué…”, balbuceó Penny, desconcertada. “¡¿Por qué me contarías eso?!”.
Charlie se rio de nuevo. “Tú preguntaste, ¿no?”.
“Yo... Tú…”. Penny jadeaba, la mirada temerosa mientras murmuraba: “Quiero decir, no tenías que ser tan... ¿directo? Planeas matarme… por eso eres tan franco…”.
Charlie se rio. “Ah, eres bastante lista, ¿no?”.
Penny se puso pálida como un papel.
Tenía apenas veinticuatro años, había alcanzado la iluminación hace un par de años, y en realidad le daba miedo morir, pues acababa de convertirse en la única esperanza que le quedaba a su familia después de siglos.
Pero, como Charlie estaba siendo tan honesto, ¡supo que él no la dejaría vivir!
Se obligó a mantener la calma, le gruñó entre dientes: “¡Lo que sea! Nada de esto importa… he