La “sirvienta” pronto notó algo inusual. Miró hacia abajo, retrocedió rápidamente con horror y murmuró: “¡¿Q-Qué diablos es eso?!”.
La “prisionera” estaba igualmente aterrorizada. Retrocedió, agitó las manos frenéticamente y balbuceó: "T-T-Temo que no puedo soportarlo... D-Devolveré el dinero…”.
En ese momento, el rostro de Bruce se había puesto rojo.
No era porque estuviera enojado, pero tenía tanto dolor que sentía que iba a explotar en cualquier momento.
Nunca había experimentado un dolor tan severo en su vida. Cada segundo se sentía como una eternidad.
A pesar de su horror, la “sirvienta” se acercó a él y preguntó, temblando: “S-Señor, c-c-creo que debería revisarse eso. Parece que el tejido se está muriendo…”.
Bruce sudaba profusamente. El dolor cada vez mayor había hecho que sus piernas se debilitaran e incluso comenzaran a temblar violentamente.
Desesperadamente se cubrió el pene y gritó con angustia: “¡R-Rápido! ¡A-Ayúdenme! Va a explotar... ¡No puedo soportarlo más!”.