Jacob se sintió increíblemente incómodo cuando vio a Charlie subir las escaleras, pero se sintió aún peor, como si ya no valiera la pena vivir cuando vio la sonrisa triunfante de Elaine.

Mientras Charlie subía las escaleras, no pudo evitar suspirar, preguntándose cuándo su suegro superaría su indecisión y debilidad y realmente viviría la vida que quería.

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Después de empacar todo, Charlie salió solo de casa por la noche, con la intención de conducir hasta el aeropuerto. Tan pronto como tomó el ascensor hasta el primer piso, vio a Jacob, sosteniendo un cigarrillo, levantarse del sofá con una sonrisa, diciendo: “Mi querido yerno, ¿te vas ahora?”.

Charlie asintió levemente y dijo: “Sí, papá. Me voy al aeropuerto ahora”.

Jacob se frotó las manos y estaba a punto de decir algo cuando de repente Elaine bajó cojeando las escaleras, diciendo en voz alta: “¡Oh, mi querido yerno, déjame despedirme!”.

Tanto Elaine, que había recibido un millón, como Jacob, que lo perdió, querían despedirse