―Muévanse, no quiero estar más tiempo cerca de este costal de huesos ―escupió la rubia. Esperaba con una mano en la cintura y una expresión de asco mientras veía cómo arrastraban a su sobrino.
―¿A… donde me…, me llevan…? ―apenas logró pronunciar el joven. Sus ojos que en otra relucían cómo dos perfectas esmeraldas, pero ahora carecían de luz― Pie-piedad…
―Alguien haga que cierre la boca ―mandó con fastidio y uno de sus hombres estrelló un puñetazo contra su rostro consiguiendo que botara sangre―. Excelente. Deben apresurarse, el acto del velo será esta tarde y debo alistarme.
―¿Una alimaña rastrera puede verse bien de alguna forma? ―se burló su hermana menor.
―No tengo tiempo para gastar contigo, Seniah. Ve a lloriquear a otro lado.
―Libera a Macon.
La rubia frunció el ceño con disgusto. Odiaba que alguien le diera órdenes, nadie tenía la autoridad para hacer eso y se había asegurado muchas veces de dejar en claro eso. Ella es una princesa, debía ser tratada con absoluto respeto porqu