Capítulo 4.-

Amaia Domínguez García

León, Guanajuato, México

Él volvió a besarme apasionadamente y el beso en cuestión de segundos, detonó una chispa entre los dos, que causó que siguiéramos perdiendo el control, mientras su lengua invadía mi boca y su mano se introdujo debajo de mi vestido. Él comenzó a tocarme cerca de la ingle y yo, estaba teniendo estremecimientos involuntarios de placer, me estaba volviendo loca y esto era solo el principio, pensé.

–Amaia, ¿Estás bien, cariño? – Creo que nunca pensó que con lo que acababa de hacer, le bastaría para ponerme así – Dime, si quieres que me detenga.

Yo no podía articular ninguna palabra, sólo quería que siguiera haciendo lo que sea que me estaba haciendo. En ese punto yo ya no sabía nada. Sólo sabía que él y todo él, me volvía loca y que si por mí fuera, si me quisiera hacer suya en ese mismo momento, yo aceptaría encantada. No le respondí nada y sólo volvimos a besarnos.

Nos perdimos en el beso nuevamente y ahora la desesperada fui yo, que torpemente luché hasta que fue el mismo quién se desabrochó la camisa y procedí a acariciarlo como hace rato lo había hecho, sin dejar de besarnos ni por un momento. Acaricie su cuerpo y los músculos de su abdomen y pecho, eran duros y se sentían calientes al tacto. Sentía que no tenía bastante de su piel.

Él se desesperó por completo y me comenzó a besar en el cuello, con mucha intensidad y pasión. Estábamos volviéndonos locos, los dos y entre beso y beso yo no pude evitar gemir, por lo que me estaba haciendo sentir. El notó lo mal que empezábamos a estar ambos y terminó con ternura el beso que nos estábamos dando y después me acomodó recargándome en su pecho, hasta que nuestras respiraciones, se normalizaron.

–Amaia, tenemos que calmarnos, cariño – Decía mientras, me acariciaba con ternura mi cabello – Tenemos que tomar las cosas, con calma y seguimos estando en la vía pública, yo no quiero exhibirte así. No te lo mereces.

Eso no me importaba porque nadie podía parar lo que él despertaba en mi cuerpo, quería que se consumara aquí y ahora eso que me estaban prometiendo sus besos y sus caricias.

–Tal vez no me lo merezca, pero sí lo quiero y lo he deseado por años, cómo no tienes idea – Le expliqué – Llevo toda mi vida, soñando contigo, Axel.

–No me digas eso, cariño. Por favor. – Dijo suplicante.

–Sí te lo digo, porque es la verdad. Desde que mi papá te llevó por primera vez al despacho y yo hacía mi tarea, cuando te vi lo primero que pensé fue que estabas muy guapo.

Solo era una chiquilla y ya sabía diferenciar entre una persona guapa y otra que no lo era y a él lo veía como un hombre guapo, alto y muy elegante.

–Amaia, en ese tiempo tenías como 8 años. No te lo puedo creer. – Dijo con incredulidad.

–Pues debes de creérmelo y es la verdad, luego cuando crecí un poco más empecé a soñarte y hasta escribí una novela de 10 cuartillas sobre nosotros. – Le confesé.

– ¡Dios mío! – Exclamó él – Razón de más por la que tenemos que hablar las cosas en condiciones.

–Por ahora no Axel, esa reunión estuvo del asco y apenas empiezo a relajarme. Gracias, por sacarme de ese sitio de tercera clase. – Dije como de costumbre.

Me miró como si me hubieran salido tres cabezas, su mirada era rara y esperaba que no se hubiera enojado con lo que había dicho del lugar.

–Punto número 1, cariño – Declaró él – Que bueno que, has hecho ese comentario despectivo de las clases, porque definiremos antes de empezar con lo que sea que vaya a ser esto, unas cuestiones, lo que no nos guste a ninguno de los dos ¿Está bien para ti?

–Sí, está bien para mí. Pero ya que te has quejado de lo que dije, aun sabiendo que es verdad, pues no me has rescatado de una zona que sea VIP sino de los arrabales – Lo hice reír – Así que te concedo, el derecho de que me digas, tú punto número 1.

–No hablarás, ni te expresarás mal de nadie, al menos no estando yo presente y no comentarios despectivos, clasistas, ni de discriminación con relación a nadie. – Ya veía por donde iba la cosa.

Esto iba a ser difícil, pensé dentro de mí. Yo misma, me he considerado siempre como una víbora de cascabel que cuando habla, la mayor parte de las veces, solo escupo veneno y ahora, tendría que gobernarme. Bien, lo tenía que intentar, por lo menos, pero no le podía asegurar nada.

–De acuerdo, Axel. Va mi punto número 1, a partir de ahora seremos amantes y como tal, quiero que tengamos al menos tres encuentros por semana, en condiciones. – No me pondría exigente, pero tres me parecía un número razonable.

–Eso me agrada, cariño, pero serán más de tres encuentros a la semana. Los fines de semana de viernes a domingo, serán solo nuestros y esos días quiero que no tengas nada, que te impida que estemos juntos, sería mi punto número 2, que se complementa a la perfección con el tuyo.

–Yo encantada y dalo por hecho Axel, punto número 2 de mi parte, tenemos que buscar un lugar para esos encuentros, no te puedo meter en la casa de Alejandra por nada del mundo y tú no me meterás a la casa dónde vives con Cecilia, a un hotel no podemos ir porque todo el mundo conoce a Prudencia y ella le puede decir a mi papá. – Eso lo tenía seguro.

–Hecho, hoy mismo llamo a mi corredor inmobiliario para que nos consiga un lugar que vamos a escoger juntos, para que sea al completo gusto de los dos. Mi punto número 3 es que no quiero, que hagas berrinches de ningún tipo Amaia, eso lo detesto y no se lo he soportado a nadie, ni a mis hermanas, ni a mi madre, ni a Cecilia.

Era un punto que había visto con mis propios ojos, así que desde ese mismo día me di cuenta que eso no era muy de su agrado y mejor evitarlo a toda costa.

–Eso me consta, cuando la dejaste sola en la plaza, y ya que tocas eso me debes esa todavía, ya que fui yo quien tuve que darle un raid por tu culpa y casi no llego a clases. – Ese día se enojó mucho.

–Pues ya no puedo hacer nada por eso. – Se encogió de hombros.

–Punto número 3 mío, no te enamores de mí y así cómo estarás tú con Cecilia, yo puedo estar con alguien más y eso no está a discusión. – Debía ser equitativo.

–Objeción cariño, eso sí que no – Sus ojos se encendieron intimidándome – Te concedo que puedas salir y ver amigos, pero en la intimidad, quiero que seas solo mía y si no puedes o no quieres aceptar este punto que es inapelable, entonces es mejor hacer de cuenta que no ha pasado nada y dejarlo aquí.

Cuando él dijo eso, me quedé helada y petrificada como si fuera una estatua. No veía justo, que estando él casado me pidiera la cláusula de intimidad exclusiva con él y al mismo tiempo, no podía dejar pasar esta oportunidad. Tenía que volteársela, pero ¿Cómo?

De alguna manera tendría que poner las cosas iguales, al parejo, pues él iba a salir ganando y yo solo me tenía que quedar a esperar a que estuviera libre, no se me hacía justo.

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