358. EL POBRE DUQUE FUGITIVO
BRENDA
Lo escuchaba tragando, el chapoteo de su saliva que incluso el agua no disimulaba.
Bajó una mano y comenzó a masturbarse la polla.
Estaba de espaldas a mí, pero era muy evidente todo lo que hacía.
Él no fingía, su deseo por esa mujer salía a raudales de cada poro de su cuerpo.
Era como si yo no estuviese aquí, como si no existiera.
Las lágrimas comenzaron a picar en la esquina de mis ojos.
Nunca me había sentido tan hundida; era obvio que él la había preferido a ella.
A una débil elemental que nunca podría darle lo que yo podía: una mujer de su raza que le guardaba su secreto, que satisfacía su parte animal.
No aguanté más y me fui corriendo por el bosque.
La desilusión y los celos hirieron mi alma.
¡Que se jodiera!, a ver qué hacía cuando Thesio hundiera sus planes.
Yo no le diría nada. Él hizo su elección, y yo la mía.
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KATHERINE
Gemí alto al sentir el cosquilleo en mi vientre, mis músculos vaginales contrayéndose, liberando mi miel para ser chupada por los labios y la le