314. ME GUSTAS MUCHO
FENRIR
Abrí mucho los ojos, incorporándome un poco y separando los pétalos con los dedos, para ver si la había lastimado con mis caninos.
Un hilo fino de sangre rodó desde el agujerito y se diluyó en el agua bajo sus nalgas.
—Pequeña… tú… —subí la mirada para verla con lágrimas saliendo de sus ojos erráticos.
—Duele… —me dijo con voz nasal, tan linda y dependiente de mí, nada que ver con la mujer impetuosa del bosque.
Una realización golpeó mi mente como un rayo.
—¿Eres… eres virgen? —mi voz salió estrangulada y mi lobo se levantó para saber también la respuesta.
Las mejillas de Abigail se incendiaron por completo y asintió lentamente.
—Por la Diosa… ¿Qué tipo de prueba es esta? —tragué en seco, mirando de nuevo a sus curvas sensuales, a sus pechos bien firmes.
El vientre suavecito que escondía debajo la entrada al más delicioso pecado.
¿Cómo una mujer como ella seguía virgen? ¿Acaso los machos de este reino tenían los ojos en el culo?
Llevé los dedos a mi boca pasándolos por mis labi