Hola mis queridos lectores, disculpen la ausencia. Aquí les dejo un nuevo capítulo. Gracias por su apoyo.
Romina Ya debe haber llegado la estúpida de Andrea. Les habrá gustado mi regalo de bodas. Me río mientras estoy sentada en mi cama, sosteniendo una copa de champán, porque sí estoy celebrando. Veo el cuerpo acostado a mi lado y me surgen unas increíbles ganas de sacarlo a patadas. Aunque no puedo negar que trabajó muy arduamente para satisfacer todas mis necesidades. Además de ser un buen amante, es un buen aliado. Ignoro por enésima vez la llamada de mi padre, Dios que fastidioso se ha vuelto. Pensé que cuando se casara con Sofía cambiaría pero está peor que antes. ¿Qué karma estoy pagando por haber tenido dos padres como los míos? Sin ambición, conformándose solo con vivir del amor. Basura. Del amor no se vive. Lo sabré yo, que amé tanto y nunca fui correspondida. Despreció mi amor y lo mejor no es pensar en eso. Ahora tengo dinero y posición, escojo con quién pasar mi noche y cuando me aburro lo saco de mi vida. El único que me entiende es mi Nonno, él si sabe que es lo impo
Desconocida Estoy agotada, pasé la noche en vela cuidando a la señora Isabella. El susto que me dió anoche fue casi igual al que sentí cuando me enteré que Andrea había intentado quitarse la vida. Más allá de la promesa que le hice al señor Stefano, Isabella es la madre de Roberto, el amor de mi vida. Está distancia me está matando, extraño sus besos, caricias pero sobre todo, lo que más extraño es su compañía. Es un hombre maravilloso que por desgracia le tocó una familia de m****a, incluyendo a sus hijas. Llego al edificio donde está el espacio que considero mi hogar, donde puedo ser yo misma y no la versión que he tenido que ser frente a todos. Al llegar a mi piso, me sorprendo al ver a Roberto sentado frente a la puerta de mi departamento. —¿Roberto? ¿Qué haces aqui?—pregunto y es más que obvia la respuesta que voy a recibir. Debe estar aquí por Isabella. Ayer no tuve tiempo de avisarle que tuve que llevarla a urgencias. —Te extraño—sus palabras me sorprenden y veo como se p
Sofia Miro mis manos, son las mismas de siempre, pero parecían ajenas, como si ya no las reconociera, que el pasar de los años ha dejado su marcas en ellas. Sostengo una copa medio vacía, o medio llena, no puedo decir cual es la respuesta correcta. Lo cierto es que el licor quema mi garganta, pero seguía bebiendo, sorbo a sorbo, como si con cada trago pudiera borrar el dolor que llevo adentro. La lámpara está encendida con una luz tenue sobre mí, y yo sentada en medio de la sala totalmente sola. Dónde había quedado esa Sofía Mancini dispuesta a conquistar el mundo. Ahora no era ni la sombre de quien fui. Una mujer a punto de divorciarse, que ha vivido por años con la ausencia del amor de su vida, una madre ausente, una mujer incompleta. Escucho pasos y al levantar mi vista, la veo a ella, María. Una sombra fiel, quien ha estado a mi lado en mis peores momentos. —No deberías beber tanto —dijo ella en voz baja, como quien no espera respuesta. Me encogí de hombros, torciendo una son
FrancescoQuien diría que yo, Francesco Carlucci, estaría desesperado por saber el paradero de Isabella, la mujer que destruyó mi vida. No puedo conciliar el sueño, pensando que la desgraciada me vuelva a arruinar mi vida. Lo más seguro es que ese sea su propósito. Hasta Roberto, hasta la defiende. ¿Acaso no se acuerda de que quiso venderlo? Pero lo que más me preocupa es: ¿Quién diablos la habrá ayudado? ¿Será que Stefano descubrió mi secreto? No lo creo, si se hubiera enterado, de seguro me reclamaba por ser cruel con ella. Aún cuando Isabella no era de su agrado, él siendo el hombre honesto y recto que era, jamás dejaría que torturara a la madre de mi hijo. Stefano, jamás me entendió. El dolor que se siente de perder todo. Bueno, si lo supo cuando Lucia murió y un par de años después Adriano falleció. Sus dos grandes amores lo habían dejado solo, bueno casi, solo le quedaba Andrea y él mismo se encargó de alejarla de su lado.Veo como los minutos y horas parecen congelar
LorenzoHan pasado casi diez años desde la última vez que la ví. Aún me tortura recordar su mirada vidriosa, llena de dolor y decepción.Esa noche que se suponía debía ser su gran evento, su primera aparición ante la sociedad piamontesa como la heredera de los viñedos “Mio Cuore”, terminó siendo su peor pesadilla.La peor parte fue que no hice nada, debí defenderla pero no podía. Si tan solo hubiera alzado mi voz, los hechos posteriores a ese evento pude haberlos evitado.Pueden llamarme cobarde, pero cómo podía reaccionar si la persona detrás de todo era mi propia hermana, Luciana. La humillación y las palabras duras de Sofía, la quebraron. Solo me quedaba esperar. Cuando pensé que los ánimos ya estaban calmados, quise verla, consolarla como debí hacerlo desde el principio, pero al llegar a la Casa Grande me enteré de la peor noticia, la habían exiliado, enviándola lejos.No pude verla, ni despedirme de ella. Lo peor, fue ver cómo su propia madre renegaba de ella. ¿Qué clase de muje
AndreaMio Cuore, el lugar que por mucho tiempo consideré mi hogar, donde tengo los más hermosos recuerdos y también los peores.Pensar en Mio Cuore, hace que las emociones que he reprimido por años quieran salir a flote. No puedo permitir que nadie vea mi vulnerabilidad, ya no más. La única persona que realmente me conoce es mi Nana, María. Ella y yo hemos vivido en el exilio que me impuso mi abuelo, por el escándalo generado.Los recuerdos de esa noche quieren hacerse presente por lo que pido a la azafata una copa de vino. ¡CONTROLATE ANDREA! Me reprendo a mi misma, no puedes demostrar debilidad a tus enemigos. Salgo de mis pensamientos a escuchar a mi nana.— Mi niña es muy temprano para una copa de vino — me dice mi nana pero yo la ignoro.— Lo necesito, solo pensar que voy a entrar a ese nido de víboras hace que se me revuelva el estómago. Tengo que controlarme y el vino es lo único que hay para calmarme — le contesto y ella solo niega con su cabeza.—Puede que en estos años, el
AndreaMientras el avión desciende me fijo en el hermoso paisaje a través de mi ventana. El cielo, celeste intenso con algunas nubes que lo adornan. El sol brilla en lo alto, majestuoso como siempre. Me vuelvo a recordar las palabras que me dijo mi papá en mi sueño y quisiera creerlas, pero la realidad es que mi presencia es un mero requisito para la lectura del testamento de mi nonno.Por algunos minutos me invade la culpa, cuando se vienen a mi mente las palabras que mi Nana me dijo hace poco, que mi nonno quiso verme en sus últimos días y me recuerdo las últimas palabras que le dije y que a pesar que en sus últimos días me rogó que regresara, mi orgullo fue más fuerte y ahora, solo quedan en mi mente y corazón las palabras que no nos dijimos y ya es tarde. Mi nonno ya no está entre nosotros, lo único que me unía a estas tierras. Los recuerdos de mi infancia se hacen presente, de cómo me llevaba en el lomo de su caballo “Emperador” mientras hacía sus recorridos diarios por los dife
LorenzoVerla tan altiva, hablándole de esa forma a Sofía, hace que mi corazón se acelere y mi vista quede fija en ella. Está más hermosa desde la última vez que la ví, justo en esta casa.—Bienvenida, querida—le dice Roberto, el esposo de Sofía, quien se ha levantado para ir a saludarla.—Gracias por este gran recibimiento, estoy segura que no esperaban verme por estas tierras—contesta con una gran sonrisa dibujada en sus labios.—No digas eso, hija. Siempre te hemos extrañado—contesta Roberto, quien le hace señas a Sofía para que vaya a saludar a su hija, pero esto se rehúsa.—La verdad no estoy aquí para un reencuentro familiar, solo vine porque los abogados de mi abuelo me indicaron que mi presencia era requerida para la lectura del testamento—dice Andrea, que se quita las gafas oscuras que tenía puesta y nuestras miradas se cruzan en ese momento. El contacto es breve y es roto cuando ella se dirige a uno de los asientos acompañada por su nana.—No pretendes saludar a tu madre, ni